
Ayer lloró aquella mujer nacida en el Atlas. Sí, en el noroeste africano, continente en el que también nacimos nosotras, las canarias.
La llamé para que acudiera a una oferta de empleo y lloró. Me dijo que en la entrevista se metieron con su pañuelo. Se trata de una leve tela de colores que muestra parte de su cabello (a mí me recuerda a los de nuestras magas)
Ella, además de haber nacido en otras fronteras, tiene una discapacidad física.
Está jodida (pienso para muy adentro). Eso sí que es tener dificultades (pienso para más adentro aún).
Mientras observo su dulzura, imagino el Rif y las mujeres con adornos en sus cabezas. Sonrío. Es linda y no cuesta ver su belleza. Es como destapar el sol y no darte cuenta que calienta. Es como no emocionarte con árboles gigantes. Pero hay gente que juzga pañuelos en lugar de corazones.
– Yaiza, estoy triste.
– ¿Por qué?
– El pañuelo, Yaiza, el pañuelo…
Sí, los terribles prejuicios que no permiten que esta sociedad empozada se desatasque. Por lo visto, ese famoso artículo de la constitución en el que todas las personas somos iguales sin importar la raza, las creencias, la ideología, el sexo…, no sirve para nada.
Por eso, multitud de personas valiosas no consiguen empleo, porque no piensan exactamente como ellos, como los que mandan. Por eso, nos escudamos en las casas con miedo a pronunciar nuestras convicciones.
Pero no nos pueden coaccionar por creer, no nos pueden coaccionar por ser. ¿No estamos en el siglo 21 de las odiseas hacia el espacio? ¿No se suponía que iba a calar eso de “We are the world”?
Por lo visto cargamos con explicaciones que impiden separar lo público de lo privado. Vas a una entrevista y preguntan con descaro ¿Estás casada? ¿Tienes hijos? ¿Con quién vives?… Por cierto, vi algo raro en tu Facebook, ¿Eres de izquierdas o de derechas?
El día en el que esas respuestas no tengan importancia, esas preguntas no se harán. El día en el que no se miren mal los colores de las mujeres del Atlas, seremos al fin libres.