¿Para qué está aquí el ejército? ¿Cuál es su misión en las Islas? Imposible no preguntárselo cuando las labores de limpieza de la costa después del vertido del Oleg Naydenov siguen adelante sin la participación de los militares. Al Gobierno de España debe de parecerle poco desastre contaminar de piche la orilla, derramar toneladas de fuel en nuestro mar más inmediato; debe de parecerle que la situación no es de emergencia, y que nuestros intereses como canarios no están amenazados como para movilizar al ejército. En el fondo deben de pensar que, al fin y al cabo, a España tampoco le afecta. Otra cosa sería un vertido en el Mediterráneo, claro. Pero el Atlántico es mar abierto, ya se encargarán las corrientes de disolver o alejar el derrame, ¿se acuerdan?
La Marina española sí se despliega en alta mar para defender a Repsol; para socorrer a una petrolera privada frente a un par de lanchas con activistas de Greenpeace sí intervienen con contundencia las tropas españolas, en una acción cuyo coste para el contribuyente se desconoce. También vemos a los soldados españoles siempre muy dispuestos para acudir a plazas y parques, para organizar desfiles, para montar exhibiciones en las que le ponen el armamento en las manos a los niños y asquerosamente glorifican la violencia. Para apoyar en las tareas de limpieza y control del desastre medioambiental mejor no contemos con ellos.
Del Gobierno de España, de la política española, no hemos de esperar nada. Además, su (in)capacidad de gestión ha quedado probada en el manejo del accidente. Pero ¿y los políticos canarios? Al Gobierno de Canarias, tan beligerante durante las prospecciones, no se le conoce declaración sobre la inacción de los militares. El silencio al respecto en la política canaria es clamoroso. La única y notoria excepción, también en esto, la encarna el alcalde de Agüimes y candidato a la presidencia del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, que ya desde los primeros compases pidió la movilización del ejército ante la improvisación en las tareas de limpieza y la desprotección de los voluntarios.
¿Qué le aporta el ejército a Canarias? Hasta ahora se le conoce como aportación el ocupar espacios privilegiados y emblemáticos de las Islas, hurtándolos al uso ciudadano: La Isleta, la Bahía de Gando (a la que pertenece la playa de la foto, cerrada al público) o el campo de tiro de Pájara son sólo algunos ejemplos. El caso de Fuerteventura es paradigmático por las tropelías cometidas durante décadas y por el área desproporcionadamente grande expropiada a los majoreros en época predemocrática. No falta quien alega que esas zonas estarían degradadas de no estar vetado su acceso al público, como si el ejército español fuera una ong dedicada a la conservación del medio. Como si el uso de munición real no dejara restos ni residuos, como si se hubiera auditado el estado de conservación de las áreas vetadas, como si la urbanización de Veneguera o las torres de Vilaflor se hubiera paralizado gracias al ejército, como si no fueran ellos los que pretendían instalar radares en Malpaso. Lo último ha sido volver a negarles el acceso a los yacimientos a los arqueólogos, para concedérselo después a Tele5 para grabar una serie de ficción sobre el ejército.
A lo mejor el ejército al final está aquí para defendernos (a pesar del episodio repsoliano) y todo lo expuesto es el precio que hay que pagar por contar con la protección militar española, única salvaguardia frente a la amenaza de invasión marroquí, ese tradicional hombre del saco que tanto asusta a niños y no tan niños. Lo malo es que la historia se encarga de invalidar este razonamiento: no hace tanto que el ejército de España abandonó a su suerte a miles de ciudadanos españoles ante la invasión del Sáhara, desentendiéndose de su deber de defensa después de dedicarle encendidas soflamas a la españolidad del Sáhara y a la integridad territorial española. Si Canarias, al igual que el Sáhara, ni siquiera forma parte del inconsciente colectivo español, ¿qué nos lleva a pensar que nuestro caso sería muy diferente? Marruecos hace las veces de gendarme de Europa al contener (es un eufemismo) los flujos migratorios hacia el norte; también es un valioso aliado de Estados Unidos, cuyo interés por África no hace más que aumentar. Llegado el caso, esas bazas marroquíes podrían terminar por obligar a España a encontrar una solución pactada, más o menos civilizada, que en la práctica implicaría soltar amarras con Canarias. Y hasta aquí la protección militar española. Me parece más probable, sin embargo, que sean los norteamericanos quienes terminen determinando mucho de lo que pase en el Archipiélago.
El ejército español no está en Canarias para servirnos ni protegernos. Está aquí por la posición geoestratégica de Canarias y por lo valiosa que resulta para España, ni más ni menos. Si las circunstancias vienen mal dadas, seremos moneda de cambio. La indiferencia hacia nosotros es tal que los militares españoles ni siquiera participan en las tareas de limpieza, aunque sólo sea por promover su imagen. Así las cosas, nosotros ¿podemos hacer algo? Por supuesto. Empezando por reclamar un debate público sobre el ejército y su papel en las Islas, que supere tabúes, despeje mitos y medias verdades y contribuya a dibujar de qué Fuerzas Armadas queremos dotarnos.