
Añoro un tiempo para pensar en silencio, en calma, sin ser molestado, con oportunidad para desplazarme de un lugar a otro – real o virtualmente – en libertad, sin miedos, sin obstáculos, con los sentidos y la mente plenamente abiertos al encuentro del conocimiento y el misterio.
Pero hay mucho ruido a mi alrededor. Demasiadas certezas prendidas con alfileres que cargan con pesos a mis alas. Intolerantes Torquemadas que torturan y que incendian. Carceleros que difunden dogmas que encadenan, que esclavizan, que son mentira.
Necesito saber quién soy, averiguar cual es mi relación con el mundo.
. ¿Lo que perciben mis sentidos es real o es sólo ensoñación?
. Lo que nosotros aceptamos como real está impregnado con nuestros sentimientos más profundos.
. ¿Cómo separar la verdad de lo imaginado?
. ¿Existen mundos paralelos? ¿Dónde estoy yo?
Necesito avanzar, crecer, experimentar el sentimiento doloroso que me aleja del regazo de mi madre y me deja solo, a la intemperie. Necesito crecer a través de mis experiencias, dolorosas o gozosas, esperanzado, sin miedos. Crecer es el arte de relacionarnos con nuestros recuerdos.
Leemos. Aprendemos. Debatimos. Corregimos. Experimentamos. Y cuando lo tenemos al alcance de nuestros sentidos, lo fijamos.
A lo fijado lo llamamos Conocimiento.
¿Y el Misterio? ¿Cómo llegar hasta él? El conocimiento racional no bastará. Será necesario romper el velo. Tal vez penetrar en esos mundos paralelos. O volver a ser como niños… Pero puedo estar equivocado. Es sólo una opinión. O una necesidad emocional. Eso sí, tan respetable como cualquier otra.