Tras el artículo de la semana pasada lectores, familiares y amigos me han venido contando a través de esta página y en persona experiencias similares a la que yo relataba allí. Como quiera que no se trata de sucesos aislados, les voy a contar hoy la historia que compartió conmigo Arminda, que es maestra, lectora de nuestra revista y amiga de la Fundación Canaria Tamaimos.
Hace algunos años se disponía a pasar unos días de vacaciones con su marido en el sur de la isla redonda, así que se puso a buscar alojamiento por internet. Tras algunos intentos fallidos dio con un lugar que le pareció atractivo. Arminda habla inglés y alemán así que, tras no encontrar habitaciones libres en la página en español, lo intentó en la versión alemana. ¡Había habido suerte! Sin plantearse mucho el origen de la divergencia, cogió el teléfono y llamó directamente.
La atendió una chica canaria que resultó ser antigua compañera de estudios. Tras la lógica alegría y el intercambio de saludos, María le indicó que iba a consultar la disponibilidad de habitaciones con la directora y le pidió que llamara más tarde.
Y fue a partir de ahí cuando todo comenzó a torcerse. Al volver a llamar unas horas más tarde, María le comentó a Arminda que lo sentía, pero que no había habitaciones libres. Tras superar la perplejidad inicial Arminda le indicó que ella no había llamado para consultar la disponibilidad (ya lo había hecho previamente en la página web del aparthotel), sino para reservar; y que si había algún malentendido estaba dispuesto a aclararlo directamente con la directora del establecimiento. “¡Pásame con la directora y lo aclaro con ella!”, le dijo. “No puedo, lo siento”, replicó María. La situación se embrollaba y Arminda comenzaba a irritarse un poco. “Mira, María, vamos a hacer una cosa. Le dices a la directora de mi parte que o mañana me confirman que tengo una habitación para las fechas que te dije, o presento una denuncia contra el establecimiento por publicidad engañosa. En la página en alemán dice que SÍ hay plazas. Mañana vuelvo a llamar”.
¿Y qué creen ustedes que pasó? Pues que Arminda obtuvo su habitación al llamar al día siguiente. Sí había plazas. Pero no estaban destinadas a los canarios. ¿Cómo para pararse a pensar, no les parece?