Seguro que te ha ocurrido alguna vez. Entras en un establecimiento comercial en una zona turística y notas una cierta incomodidad. No sabes si es la actitud de quien atiende al público, el idioma en que están escritos los carteles de información u otra razón. Pero el caso es que te sientes incómodo al entrar.
Ayer, sin ir más lejos, me pasó. Estaba con la familia en la Playa de las Burras, en el Sur de Gran Canaria, disfrutando de un día de playa. El tiempo estaba tan bueno que decidimos comprar unos bocadillos allí mismo en lugar de volver a casa a comer. Nada más entrar noté la actitud nada acogedora del primer camarero con el que me tropecé: a su fija mirada y a su espeso silencio respondí con un buenos días. Buenos días, me respondió él a regañadientes y con acento fuereño. Era evidente que un canario que viniera de la playa (frente a un europeo que viniera de los hoteles o apartamentos cercanos) no era bienvenido. ¿Hacen bocadillos para llevar?, le pregunté. Siga hasta la barra y pídaselo al compañero, recibí por toda respuesta.
Adelantándome al final, les diré que los bocadillos estaban buenos. Pero no puedo evitar preguntarme qué tipo de industria turística predomina en nuestro país, que no solamente intenta adoctrinar a la población como si nuestra razón de ser fuera atender al turista europeo, sino en la que además genera rechazo la presencia de los propios canarios en las zonas turísticas.
Les aseguro que nunca he visto nada parecido en Holanda, Bélgica, Inglaterra, Irlanda, Rusia, Estados Unidos o cualquier otro de los países donde he vivido o he visitado. Allí el natural del país va primero, y luego el visitante. No se antepone ni el idioma, ni las costumbres, ni la comida del turista. Al revés, es este el que tiene que adaptarse siguiendo aquello del «adonde fueres, haz lo que vieres«.
Luego, ya en el coche de vuelta a casa, vemos un centro comercial de formas arquitéctonicas mediocres, totalmente anodinas. Y mi mujer me dice: ¿Por qué lo habrán hecho tan feo, tan sin personalidad? Y me acuerdo de cuando César Manrique alertaba del peligro de copiar sin criterio las recetas internacionales. Él hablaba de «vulgaridad». Efectivamente, ese mismo diseño se podría encontrar en Fisherman’s Wharf o en cualquier otro destino turístico de cualquier lugar del mundo.
¿Y no podrían haber tomado como inspiración la arquitectura tradicional de esa zona de la isla? Yo creo que sí, pero la arquitectura canaria -como nosotros, los canarios de a pie, no suele ser bienvenida en las zonas turísticas de nuestro propio país. ¿Como para dar que pensar, no te parece?