Somos esclavos de los insaciables intereses económicos del mercado neoliberal, que nos impone sus estrategias comerciales de consumo permanente. Alguna mente perversa ha conseguido que todos vivamos bajo el signo de esa dependencia. Es un plan para que todo lo que tienes no sea tuyo del todo, una especie de círculo vicioso donde nunca terminas de pagar. Estamos condenados a la esclavitud del pago permanente para tener acceso a productos y servicios indispensables, y no hay escapatoria posible. Firmar un préstamo hipotecario es como hacer un pacto con el diablo y, seguramente, por idénticas razones.
Es un compromiso por escrito o, como en el caso de las telefónicas, un pacto oral y anal, porque les autorizas a que te den por el ano para el resto de tu vida. Hemos vendido el alma al diablo y estamos comprometidos a participar en su aquelarre carnal a cambio de dinero, servicios o productos de consumo. La estrategia comienza con el primer recibo domiciliado y, a partir de ahí, tu cuenta, tu casa o tu vida ya no son tuyas. Les has dejado meter mano y ahora te tienen cogido por los fondillos.
Sé de alguien que ha conseguido liberarse de todo este acoso insoportable. Trabajaba en un banco y se jubiló a los 58 años. Lo tenía todo muy bien calculado, así que vendió todas sus propiedades y se fue a vivir con su mujer a la casa de su madre, domicilió la pensión en la cuenta de su progenitora y ahora están todos encantados con las reformas y la ampliación que han hecho de la casa donde conviven. La cuestión es que mucha gente podría vivir con comodidad simplemente vendiendo sus propiedades y, sobre todo, calculando los años que nos pueden quedar de vida. Pero parece que preferimos aferrarnos a las propiedades sin pensar que no vamos a tener tiempo de sacarles partido. Quien ya ha cumplido los sesenta y cinco años, tiene que pensar que le quedan, más o menos, unos doscientos meses de vida si tiene buena salud pero, además, la calidad de vida no será la misma a los setenta que a los ochenta y pico…
Yo estaría dispuesto a hacer un pacto con quien fuera con tal de no seguir pagándole a toda esta pandilla de ladrones. Si tienes esa edad, vende todo lo que tienes y disfruta del tiempo y el dinero que te quede, que ya no estamos para privarnos de nada.