Un día después, el día en que este artículo sale publicado, Hollande y Merkel estarán en Moscú. Van a reunirse con Vladimir Putin, presidente de Rusia, para presentarle una propuesta de paz que ayude a desbloquear la situación en el este de Ucrania.
La escalada de violencia que se está viviendo en la región de Donbás está teniendo un coste en vidas y sufrimiento humanos más allá de lo que pueda indicar cualquier estadística. Está creando, además, una fractura entre dos comunidades humanas que tradicionalmente han compartido mucho y que será muy difícil de superar.
Sin entrar en la cronología de los hechos me voy a centrar en lo que a mi juicio han sido dos errores graves de la llamada comunidad internacional, y que contribuyeron al inicio del conflicto.
- “Es una cuestión bilateral”
Cuando aún no había sino manifestaciones en el este de Ucrania y la gente protestaba contra la corrupción dominante (al igual que en Kiev), la Federación Rusa, no queriendo perder el control de la situación y viendo que Yanukovich iba a la deriva, propuso un formato trilateral de evaluación de la situación (Ucrania, Rusia, Unión Europea). La respuesta de la UE, en boca de su entonces presidente, Hermann van Rompuy fue inequívoca: “las relaciones entre Ucrania y la UE son una cuestión bilateral”. El tiempo se ha encargado de demostrar cuán equivocado estaba el sr. Van Rompuy.
- «Los enemigos de mis enemigos, son mis amigos»
- Suspensión de la ley de lenguas regionales
Una de las primeras medidas que tomó el nuevo parlamento ucraniano, poco después del derrocamiento de Yanukovich, fue la suspensión del uso de las llamadas lenguas regionales en el este de Ucrania. La comunidad internacional (a excepción de Rusia) no dijo ni mú. Aunque la ley nunca entró en vigor, el mal ya estaba hecho: muchos en el este empezaron a ver al nuevo gobierno de Kiev como algo amenazante que atentaba contra sus derechos más básicos.
- Dos ministros fascistas en el nuevo gobierno (¿y la condena internacional?)
Por si lo anterior fuera poco, dos de los ministros del primer gobierno post-Yanukovich, pertenecían a fuerzas políticas neofascistas, que abogaban abiertamente por dar palizas a los rusos y por expulsar a los judíos. Ante esta flagrante amenaza para la democracia y el estado de derecho, los principales países occidentales parecían estar pensando aquello de “es una democracia muy joven”; o, en otras palabras, “los enemigos de de mis enemigos, son mis amigos”.
Con ello se le estaba dando el golpe de gracia a la confianza de los habitantes del Donbás en las nuevas autoridades de Kiev. La semilla de la discordia ya estaba plantada. Y de aquellos vientos, estas tempestades.
¿Y ahora?
La situación en el Donbás está empeorando por horas. Los enfrentamientos militares entre los separatistas prorrusos y las fuerzas de Kiev se están recrudeciendo a ojos vista. Entiendo que es hora de desplegar una verdadera estrategia europea de paz que deje atrás la subordinación a los intereses geoestratégicas y geopolíticos estadounidenses.
La visita de Merkel y Hollande a Kiev y a Moscú puede ser una buena oportunidad para poner en marcha un verdadero plan de paz que tenga en cuenta los intereses de todas las partes enfrentadas. ¿Estarán Merkel, Hollande y Putin a la altura de su responsabilidad histórica? Quizá no tardemos mucho en saberlo.