Cuenta la historia que fue el monje irlandés Brandán el que habló por primera vez de la isla de San Borondón en el siglo VI. La descripción de su llegada a las costas de las islas Afortunadas y su visión, aparece recogido en «El nombre de la rosa» de Umberto Eco: «San Brandán llegó hasta las islas Afortunadas, y bordeó las costas del infierno, donde, en un arrecife, vio a Judas encadenado, y cierto día llegó a una isla y al poner pie en ella descubrió que era un monstruo marino». En los últimos años, a colación de realizar las prospecciones en aguas canarias, son muchos los carteles, tertulianos y ciudadanos que han calificado a José Manuel Soria de «Judas», de traidor. ¿Se puede llamar traidor al que no traicionó a nadie y solo actuó según los ideales que presumíamos que poseía? Dice la Real Academia Española de la Lengua que traición significa «falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener». En todo caso el presidente del PP canario ha traicionado a sus ingenuos votantes, pero no al común de la ciudadanía, que ya sabía de sus obras y milagros. San Brandán cuando se acercó un poco más descubrió que la bestia que había visto no era Judas sino un monstruo marino. Es posible que el monje irlandés tuviera que acercarse más a la terrible figura y agudizar la vista para asegurar dicho extremo.
Ahora el bueno de Soria dice que se presentará a las elecciones en Canarias, «si así se lo pide Rajoy». Recuerda que se ha presentado dos veces, que ganó en una y en las otras dos ocasiones sacó más votos que la primera fuerza política. No le falta razón, pero no había saltado a la actualidad la cuestión del petróleo y su empecinamiento en llevar a cabo unos sondeos que rechazó la mayoría de la población en la calle. Dantesca será la imagen de su campaña electoral, cuando casi ya no puede pisar Canarias, porque seguidamente tiene preparada una concentración en contra. Es preceptivo recordar los pasajes de Arrecife (Lanzarote) en 2012, el Cine Víctor de Santa Cruz de Tenerife el mismo año, el famoso pregón en Telde en junio de 2014 o incluso su llegada al Aeropuerto de Gran Canaria hace apenas dos meses. Y no, no es que haya una campaña contra el actual ministro, es el que él mismo se ha puesto en el campo de visión de la mirilla de la indignación canaria.
La verdad es que Soria debía haberse dejado aconsejar por su amigo y compañero Juan José Cardona, que en septiembre pasado le aconsejó que no se presentara. El alcalde de Las Palmas de Gran Canaria adornó la cuestión diciendo que está realizando una «buena labor para Canarias y para España desde la Administración del Estado y que debería continuar en esa línea en lugar de volver a batallar por el Gobierno autonómico». En palabras coloquiales y llanas, Cardona le dijo que no se presentara, que se quedara donde está, que allí está bien sin molestar y que oye, si de paso me eliges a mí… «Chiquito jocico pa’ consejos», que diría Pepe Monagas. A Soria le entran todas esas cosas por un oído y le salen disparadas por el otro. Mira que lo ya lo escribió en los últimos días el avezado periodista José A. Alemán: «Hace unos meses el propio Soria insinuó que cuando deje el ministerio volverá a su profesión. De lo que me alegré; por nosotros y también por él que ha dicho, en alguna ocasión, que ganaba más dinero como profesional que como político. No es justo que siga sacrificándose sine die por el servicio público. Aunque sospecho que está dispuesto a llegar al martirio y presentarse a las elecciones como aspirante a la presidencia del Gobierno. Me da que sus buenas migas con Fernando Clavijo lo mismo pueden ser el abrazo del oso para quebrarle el costillar o el anticipo de un pacto de legislatura y que la vida siga igual pero peor. Los animalitos se conocen». Un «abrazo del oso» que solo puede evitarlo un descalabro electoral de un Soria totalmente repudiado o de un Clavijo imputadísimo, con papeles desaparecidos y con una Coalición Canaria ciega ante la evidencia. O de los dos...
El presidente del Partido Popular en Canarias tendrá la cara de pedir el voto a la misma ciudadanía a la que se lo negó e ignoró en el tema de las prospecciones petrolíferas. Antes la opinión de los canarios no valía, pero ya verá usted que desde que en breve empiece la campaña y se encienda el himno del PP en el hilo musical, su voto será útil para estos «demócratas». Soria no deja indiferente a nadie, ni siquiera en su partido donde tiene intención de colar por la derecha a Australia Navarro como más que previsible candidata al Cabildo de Gran Canaria. Y mira que José Miguel Bravo de Laguna estaba bien pegadito a la derecha, cubriendo el espacio insularista y dispuesto a acudir a los nuevos comicios.
San Brandán no se equivocaba: aquella presencia que divisó cuando llegó a las Afortunadas no fue Judas encadenado, sino un monstruo marino. Cuenta la historia que era una especie de ballena gigante y que aterrorizó a los navegantes. Soria no es tampoco ese Judas encadenado que traicionó a un pueblo, sus acciones tienen más que ver con su propia naturaleza. El que negó el voto y la venia a todo un pueblo ahora vendrá a pedirlo, con el paternalismo de los autoritarios, con la soberbia de los que se creen por encima del bien y del mal, con el fingido victimismo de los que no saben soportar el peso de sus acciones. Es José Manuel Soria, el presidente del Partido Popular canario, el que se quiere presentar como candidato a presidente de un pueblo que lo detesta.