
Usos y abusos de nuestro sistema financiero
Carmelo, un amigo de toda la vida, me dijo que el banco le proponía una “dación en pago” para liquidar la hipoteca de su piso. Era por un préstamo a quince años del que le quedaban siete años por pagar. Me parece bastante perverso que los bancos llamen a eso “dación” de tu piso, cuando no eres tú quién se lo das, sino ellos quienes te lo quitan. Entiendo que si te prestan dinero tengas que pagar unos intereses hasta que lo devuelvas. La cuestión es que te cobran intereses y capital pero, cuando les devuelves “en dación” el piso, una cosa es que se queden con los intereses y otra bien distinta, que también se queden con la parte del capital que ya has pagado y con el piso. Eso ya me parece recochineo. Si la operación se deshace entregando la propiedad que el mismo banco te ha valorado, la entidad de crédito está en su derecho a quedarse con los intereses. Pero, si se queda también con el piso, considérese usted pagado y devuélvame el capital que le he ido pagando, que mis intereses me ha costado.
Pongamos por caso que te pido dinero prestado para comprarme, digamos, un kilo de oro y pongo como aval y garantía el vil metal. Pero resulta que, a medio camino, me quedo sin dinero para seguir pagándote. Te puedes quedar con los intereses del dinero que me has prestado, con el dinero que te he pagado a cuenta y con la parte del oro que no te he podido pagar. Pero, si quieres quedarte con todo el oro, con los intereses y con el dinero que te he dado a cuenta, ¿qué clase de trato es ese…?
«Lo hacemos para asegurarnos bienes mayores»
Pues eso mismo es lo que nos están haciendo firmar y lo que nos hacen tragar cuando contratamos un crédito hipotecario pero, con el agravante, de que no es para comprarte el oro y el moro, sino para comprarte un techo bajo el que puedas vivir dignamente y al que, legalmente, se supone que tienes derecho. Eso no es un abuso, eso es un atraco. Pero no es una cuestión de justicia ni de lógica, es una postura de prepotencia bancaria permitida, bendecida y respaldada por nuestras autoridades económicas. Ahora también te obligan a pagar las multas con tarjeta. Pero ¿por qué tengo yo que tener una tarjeta de crédito y pagar su mantenimiento y comisiones? ¿Por qué tengo yo que tener una cuenta bancaria que solo me produce gastos? Y, en tal caso, ¿quién me protege a mí de los “corralitos”, de las “quitas” o de las “bankia-rotas”…? ¿Qué seguridad tengo yo de que no se van a quedar con mi dinero…?
En la República de BANKANISTÁN, tu dinero ya no es tuyo. Lo tienen secuestrado junto con tus derechos. Los bancos se han convertido en empresas privadas de recaudación que viven, sobre todo, de cobrar los servicios públicos bajo el paraguas de la Administración, la cual nos obliga a contratarlos obligatoriamente, incrementando el importe de todos nuestros gravámenes con comisiones arbitrarias. Ya no se trata de pagar nuestros impuestos, sino que nos obliguen a pagarlos por medio de un intermediario de pago, es decir, que tengamos que pagar para pagar. Antes de obligarnos a tratar por medio de un banco, lo primero que tenemos que exigir es el derecho a tener una cuenta bancaria con seguridad y garantía estatal, sin cargos ni comisiones para los servicios obligatorios. El Estado no nos puede obligar a tener una cuenta bancaria de pago, una tarjeta de crédito, un ordenador o un teléfono de contacto, si somos nosotros los que tenemos que pagarlo.
Tampoco se puede financiar con dinero público al sistema bancario para que luego nos saque los ojos cobrándonos por sus servicios lo que les de la gana. No sé cómo hemos llegado a consentir esta situación. En tiempos de bonanza no importaba tanto que nos cobraran y hasta que nos robaran pero, en estos tiempos, no nos lo podemos permitir. En resumen, que para que todo esto tenga algo de sentido, necesitamos una banca de servicios, estatal o no, pero como un instrumento al uso, regulando el precio máximo y mínimo de sus servicios. Solo bajo esas condiciones, podríamos aceptar cuentas y domiciliaciones bancarias.