Pues eso. Cambia el Rowan Renaissance por un barco pesquero y vete a pulpiar. Repsol ha anunciado en la mañana de hoy que deja de prospectar en la zona sandía, que sellará el pozo y que no usará el permiso para abrir el pozo en la cuadrícula Chirimoya. Por el momento, claro. Pese a la satisfacción porque se vayan, es necesario ser prudente y forzar a que se le retire el permiso del Gobierno de España, concedido con dudosos informes técnicos y que pasen las elecciones.
Porque todo esto, siendo mal pensados puede ser una estrategia. El binomio que forman el Partido Popular y Repsol se ha encarado con el pueblo canario, que expresó su rechazo mayoritario a las prospecciones petrolíferas. En la manifestación del pasado 18 de octubre algunos asistentes mostraban sus dudas ante la posibilidad de paralizar algo que ya habían preparado desde las esferas empresariales y políticas del Estado. Efectivamente, un mes después empezaban las prospecciones y se suspende la consulta popular. Un agravio a todo un pueblo y a la misma democracia, que le puede pasar factura electoral al Partido Popular que ha apoyado en Canarias lo que rechaza en Baleares o el Mediterráneo. La disciplina de partido les puede generar un batacazo en las elecciones de mayo y es posible que estén intentando reaccionar. Primero dando la imagen de que el tema de las prospecciones ya es pasado, que se hicieron los sondeos y no habían hidrocarburos de calidad, que los del «no» eran unos alarmistas y que «un país debe explorar sus recursos naturales con responsabilidad», como decía el manido anuncio de Repsol. Segundo, quien sabe, cambiando el candidato al Gobierno de Canarias. Es evidente el desgaste de José Manuel Soria y puede ser que se planteen cambiar de candidato. Enrique Hernández Bento, Subsecretario de Industria, Energía y Turismo, Asier Antona, líder de la oposición en el Gobierno de Canarias o hasta el mismo Juan José Cardona, Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, entrarían en esa terna. Claro que todos ellos han sido miembros activos de la campaña pro-petróleo, pero ninguno se ha expuesto tanto como el Ministro, adalid de la campaña de Repsol en Canarias.
Por otra parte, el desgaste de Repsol también ha sido notorio. Antonio Brufau pensaba que iba a ser más fácil, pensaba «encontrarnos aún con taparrabos» y vio «que no es fácil volver a engañarnos como en el pasado». Por eso sus pataletas en las comparecencias ante la prensa. Algún día sabremos el dinero que le ha costado a Repsol meterse en Canarias, en gastos de exploración, en pérdidas económicas y en descrédito. También, dicho sea de paso, algún día nos enteraremos de lo que le ha costado al Gobierno español esta campaña, ventajas fiscales a la empresa privada incluidas. Y ese dinero, nos pese o no, también ha salido de nosotros. Agredidos, vilipendiados, silenciados y encima ponemos dinero. Como se diría coloquialmente, ponemos la cama y la compañía.
En definitiva, no hay que bajar las armas, no hay que retirarse a las trincheras y cantar victoria. Es necesario dejar claro que seguirá el boicot ante los valedores de todo esto, entre ellos, Repsol y sus empresas afines y por qué no decirlo, si el Partido Popular no quiso escuchar a la gente para un tema estratégico de esta índole, ¿cómo van a tener la cara dura de pedir el voto el próximo mes de mayo? Y lo pedirán, por supuesto. Es necesario exigir que sellen el pozo, medir las consecuencias que ha dejado unas prospecciones a gran profundidad, dado que Repsol y el Gobierno español han negado el acceso a la zona a los científicos y no olvidar, en un agravio de este tipo, como diría Rubén Blades, está «prohibido olvidar». La sucesión de acontecimientos nos ha dejado como auténticos sujetos pasivos y eso no es propio de una sociedad democrática. Por el momento, le recomendamos a Repsol que se vaya lejos, que por el bien no solo de Canarias sino del resto de países saqueados, cambie el barco petrolero por uno pesquero y que se vaya a pulpiar. O como diría Braulio, «si usted considera que el nuestro es un pueblo de gente indolente, escuche este canto, amigo de afuera y téngalo presente, mándese a mudar». Para Repsol y los valedores de su insulto «se ha acabado la hospitalidad».