Antes del próximo 30 de noviembre la ciudadanía canaria será consultada acerca de los planes de Repsol de realizar prospecciones petrolíferas en aguas canarias y autorizadas por el Ministro de Industria, José Manuel Soria. Esta consulta, que cuenta con la única oposición del Partido Popular en Canarias, además de las acusaciones de ilegalidad y el ninguneo por parte del Gobierno de España, representa desde ya mismo un hito histórico que conviene detenerse a analizar. Del otro lado, una posición mayoritariamente en contra de las prospecciones y a favor de la consulta en la sociedad civil canaria. Ahora bien, ¿qué cabe razonablemente esperar de la consulta?
En primer lugar, creo que no es descabellado esperar una mejora de la maltrecha calidad democrática canaria, un país demasiado acostumbrado a que sus Iniciativas Legislativas Populares sean o rechazadas o desnaturalizadas por su Parlamento. Por lo menos habrá un precedente que reivindicar a partir de ahora: no es cierto que no se pueda consultar a la gente sobre los problemas que les afectan. Además, la consulta será, sin duda, un nuevo paso en la creación de una conciencia unitaria en cuanto a los problemas de las islas, desde La Graciosa hasta El Hierro. Existe un poderoso efecto simbólico en el hecho de convocar a todos los canarios a expresar su opinión sobre un asunto en un mismo día. Nuestro moribundo Estatuto de Autonomía no nos permite ni siquiera marcar nuestros propios ritmos políticos y decidir cuándo debe acabar una legislatura y comenzar la siguiente. Ésta será la primera vez en que los canarios votemos solos, sin acompañamientos, y la fuerza que tiene este hecho a poca gente se le escapa.
La consulta pondrá a prueba también las ansias de participación y de hacer oír su voz a una sociedad que se viene caracterizando por índices de abstención ciertamente preocupantes en las últimas convocatorias electorales. Será sin duda también una prueba de fuego acerca de la capacidad organizativa de un Gobierno que se ha comprometido con esta jugada mucho más de lo que algunos hubiéramos sospechado hace un año, sin ir más lejos. Esperemos que la combinación de medios tradicionales y nuevos medios tecnológicos así como la llamada a la participación a los jóvenes a partir de los 16 años juegue a favor de una participación que merece ser masiva. Aunque siempre conviene tirar de prudencia y no abusar del vicio de extrapolar, la consulta también puede ayudar a poner en evidencia el aislamiento y declive del Partido Popular, llevado al precipicio por la soberbia de José Manuel Soria y la incapacidad de sus dirigentes en Canarias de afirmar un discurso propio como ha sucedido, por ejemplo, en Baleares.
Será, en suma, un pequeño y gran ejercicio práctico del derecho a la autodeterminación al que la sociedad canaria no debe renunciar: que lo que suceda en tierras y aguas canarias sea decidido por los habitantes de las islas. Sin intermediarios ni interferencias. Nuestra aportación rotunda y sin fisuras a ese plebiscito cotidiano que para Renan es una nación.