COLABORACIÓN
Viene de «Canarias: siete islas expropiadas y una nación sometida (I)»
Curiosamente estoy recurriendo a la cuestión nacional yo, que jamás me he definido como nacionalista (y creo que así seguirá siendo), al menos en el típico sentido del término: aquella persona que persigue la primacía de los rasgos nacionales por encima de todas las cosas, o aquella que busca constantemente las raíces y esencias de lo nacional para explicarse el mundo, o simplemente aquella a la que le gusten en exceso las banderas. Creo que, según una circunstancia u otra, podemos dar explicaciones marxistas, foucaultianas, históricas, financieras, feministas, etc., tanto como nacionalistas, sin tener que vivir con el sambenito de pertenecer a aquella o a la otra cuadrilla. Desde mi punto de vista, la fatal evolución histórica (aunque en su mayor parte ha sido más bien involución) de los pueblos, comarcas y ciudades españolas ha conformado naciones de ciudadanos excluidos de los recursos y círculos centrales del poder.
Al margen de una Administración que se parece cada vez más a un Estado fallido, la legitimidad social reside, a cada año de crisis aún más, en las redes de solidaridad locales y en las empatías comunitarias. Canarias, como la mayor parte de las naciones del sur y de no tan al sur de España (y, por qué no, de Europa y ya no digamos África), comparte sociedades en las que muy pocos controlan casi todo y la mayor parte de la población vive con el complejo de pintar muy poco. Somos naciones de desdicha, compañeras de resentimiento y de padecimiento, naciones que buscamos acabar con la expropiación de nuestro trabajo y nuestros recursos, con la tiranía de la corrupción política y el sometimiento de la diversidad; naciones hermanas, personas humildes, compañeros honestos y ciudadanos hasta el gorro. Y ya va siendo hora de que nos pongamos de acuerdo y que nos levantemos. Por favor, que no sigan ganando los de siempre.
Ancor Mesa Méndez es sociólogo y Doctor en Psicología Social