La lucha canaria se ha sometido en las últimas décadas a los cambios necesarios para convertirse en un deporte moderno y estar a la altura de cualquiera de ellos. Pero, ¿han sido positivas todas estas transformaciones?
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Uno de esos cambios se produce en 2002. Hasta entonces nuestra temporada comenzaba el uno de enero y finalizaba el treinta y uno de diciembre, cuando en casi todos los deportes federados la temporada daba comienzo en agosto, finalizando en julio del siguiente año. Hubo que hacer un tremendo esfuerzo para adaptarse a la nueva situación, pues tuvimos una maratoniana temporada que duró dieciocho meses.
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Tras la implantación de estos cambios la temporada da comienzo el uno de agosto, finalizando el treinta y uno de julio del año siguiente. Sabemos que, por motivos obvios, las vacaciones en este país son mayormente los meses de julio y agosto (uno de los motivos esgrimidos para el cambio); el deportista de lucha canaria, como cualquier trabajador (no olvidemos que es aficionado o amateur), coge sus vacaciones laborales durante el verano. Hasta 2002 no podía disfrutarlas en aquel momento por estar metido de lleno en competición. En este sentido creo que el cambio ha sido positivo.
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Ahora bien, la parte negativa de este cambio es la ruptura con algunas de nuestras tradiciones. En las décadas anteriores a esta innovación casi todas las fiestas locales se caracterizaban por llevar en sus programas una gran luchada, con grandes refuerzos e incluso con buenos desafíos. Era el momento de sacar la lucha del terrero a la calle para acercarla al pueblo; se habilitaba un espacio, y a una hora tradicional el pueblo se echaba a la calle. Mujeres, hombres y niños acudían en masa a ver la lucha. Recuerdo y retengo en mi retina (pues solo era un niño) ver a dos colosos de la época como Santiago Ojeda y Juan Barbuzano en un terrero habilitado en el campo de futbol del barranco, reforzando o desafiándose en las fiestas patronales de la Virgen de Guía (Gran Canaria).
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Hoy día en Gran Canaria casi han desaparecido las luchas en las fiestas, salvo honrosas excepciones, conservándose un poco más en Tenerife y en el resto de nuestro archipiélago.
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¿Y por qué motivos?: para empezar, agosto se considera inhábil a todos los efectos. Las federaciones se toman sus vacaciones, comenzando a tramitar las licencias federativas mayormente en septiembre, puesto que sin licencia y sin seguro el luchador no puede ejercer la actividad deportiva; aparte de que la mayoría de ellos están disfrutando de su merecido descanso vacacional y en estas fechas aún no tienen club. Dado que en nuestro país la mayor parte de las fiestas se celebran entre julio -coincidiendo con la finalización de una temporada muy saturada, agosto y principios de septiembre, y que estos dos últimos periodos coinciden con negociaciones entre clubes y luchadores, considero que este cambio está rompiendo una tradición.