Si José Manuel Soria fue designado ministro de industria y turismo no fue por su brillantez, su carisma -no hay nada menos carismático que un tunante- y menos aun por su capacidad de gestión -para muestra, pufos como el del Canódromo o la Biblioteca del Estado, en Las Palmas-.
Es evidente que Repsol y el Partido Popular tenían, desde que se conoció la posibilidad de victoria electoral de Mariano Rajoy, la firme voluntad de retomar en esta legislatura el, hasta hace dos años y medio, paralizado proyecto de prospecciones petrolíferas en aguas de Canarias.
Colocando a Soria como representante del proyecto expoliador, ya sabían, se haría casi imposible una reacción airada del Partido Popular en las islas que pudiese deslegitimarlo aun más, creando cismas perjudiciales. La sucursal isleña del PP, lo sabe todo el que la conozca, es lo más parecido a una secta, un ejército o una mafia en lo que a obediencia al líder se refiere. Tan brutal es la incapacidad de los peperos de las islas de articular un discurso crítico que, en cuanto aparecieron las primeras voces contrarias al petróleo en el PP de Lanzarote, la dirección insular prohibió hacer declaraciones al respecto. Ese es el nivel de totalitarismo interno decretado en el PP de Soria.
Seguro pues el frente interior, había que neutralizar otro no menos importante para un partido como el Popular: las oligarquías empresariales instaladas en Canarias, cuyo negocio principal es el turismo. El modelo de turismo masivo del que se nutren estas empresas está vinculado al clima y a las playas, y en menor medida a los valores paisajísticos y ambientales del las islas. Los peligros ciertos de un derrame de petróleo en el litoral afectarían de manera directísima a la imagen de Canarias como destino turístico. Dicho de otro modo: si hay un sector que debiera estar preocupado por los peligros del petróleo, ese es el turístico.
Pero con esto también contaban quienes tienen la determinación de expoliar a Canarias de los hidrocarburos que pudiese haber en el subsuelo. Y no erraron en su cálculo. Las oligarquías empresariales instaladas en Archipiélago y asociadas al turismo prefieren una subvención hoy que la seguridad de un mar limpio dentro de diez años; anteponen que se les eche una manita en la dificilísima situación legal de algunos establecimientos hoteleros frente a ser un destino ambientalmente ejemplar y de futuro; su perfil es tan bajo, que hasta diría, caricaturizando, que se venden por una semana de estancia de Soria y familia en un hotel ilegal de Playa Blanca en régimen de todo incluido. Esa es la triste realidad de las oligarquías instaladas en Canarias al calor del turismo, los beneficios fiscales y la sopa boba. Por eso Soria tenía que enlazar las carteras de Industria -para autorizar las prospecciones- y Turismo -para pasar la manita a los que ilustran este artículo-.
Solo el cortoplacismo y el nivel casi de alcantarilla pueden explicar que, mientras en el archipiélago balear, con un modelo económico bastante similar, el lobby empresarial ha conseguido prácticamente paralizar las prospecciones en el Mediterráneo, en Lanzarote la patronal hotelera Asolan pose junto a Soria, congratulándose de las explicaciones de niño chico que les dispensó el ministro. Solo a un nivel tan subterráneo de responsabilidad y altura de miras puede achacársele que esa misma Asolan se pronunciara en 2001 contra el anterior decreto de prospecciones, mientras que ahora asegura no posicionarse «ni a favor ni en contra». Solo sintiéndose a gusto sumergidos pueden decir, como hizo su presidenta, Susana Pérez, que posicionarse en contra del disparate petrolero era formar parte de un «juego partidista», cuando hasta la TUI, el turoperador alemán que les trae los visitantes hasta las puertas del establecimiento, comunicó su contrariedad con las prospecciones pocos días después de autorizarse.
Asolan, pues, estaba dentro de los cálculos del Gobierno y la petrolera, y acertaron. De una asociación que se ha desvivido por defender las irregularidades urbanísticas del modelo cementero que nos ha conducido hasta esta crisis no se podía esperar mucho más. De quienes tienen como práctica empresarial deslomar a las camareras de piso, manteniendo cifras de paro superiores al 30% mientras la isla vive un «verano histórico» con un 100% de ocupación, tampoco.
Con lo que no contaban, ni el gobierno español ni la petrolera, cuya cotización sigue en caída libre, era con la reacción decidida y multitudinaria del pueblo de islas. Un foco activo que ni las mentiras, ni las miserables promesas ni la multimillonaria publicidad han conseguido desarticular, sino más bien todo lo contrario. Y es que se da la circunstancia de que, al menos aquí en Lanzarote, al mismo tiempo que sentimos una enorme vergüenza de nuestra oligarquía empresarial estamos tremendamente orgullosos de la reacción mayoritaria de nuestro pueblo.