Hubo un tiempo, no muy lejano, en que los grancanarios consumíamos mayoritariamente leche de la cabaña ganadera vacuna grancanaria. Y quien dice leche, dice yogures, quesos, natillas… y todo tipo de derivados lácteos. Además, todos estos productos eran comercializados a través de una empresa pública, de propiedad del Cabildo Insular, la cual adquiría toda la producción a los ganaderos de la isla. Era una buena idea: por un lado, se mantenía el sector primario en un estado razonable pues tenía un cliente fijo y fiel, con precios competitivos y dejando toda la cadena productiva a quien podía hacerlo en condiciones; por otro, el Cabildo ingresaba unos buenos cuartos a través de una empresa pública rentable. Me atrevo a añadir que además habría que hablar de un cierto capital sentimental, acumulado por generaciones de isleños que no pensábamos jamás en comprar la competencia. Nuestra leche era Sandra.
La cosa no debía gustarle mucho al ínclito José Manuel Soria, entonces presidente del Cabildo de Gran Canaria, quien decidió vender la fábrica y la marca para jolgorio de las empresas competidoras, la mayoría foráneas. Ayer Sialsa, que así se llamaba la central lechera, salió a subasta, tras haber cerrado en 2005 y ser comprada por Kalise-Menorquina. La puja se celebrará por internet y ante la ausencia de compradores de la globalidad de la oferta, ésta será parcelada. Desde entonces, la leche que compramos viene de Asturias, Galicia,… de España. ¡Qué inteligente! Sólo se me ocurre un caso más ridículamente penoso: un archipiélago que no pesca en sus aguas pero le compra las conservas de pescado a quienes sí lo hacen. A ver si adivinan a qué archipiélago me refiero. Por otra parte, ignoro cuál será el estado actual de la cabaña ganadera vacuna y el sector lechero grancanario. Sólo sé que por donde pasa Soria todo es ruina y pobreza. Así será también con el asunto del petróleo y si no, al tiempo.