Probablemente, si hoy preguntásemos qué gran evento va a tener lugar este fin de semana relacionado con Puerto Rico en Canarias, muchos dirían: el concierto de Calle 13 en Fuerteventura. Cierto es que la banda de música urbana boricua estará este sábado en Fuerteventura, en el marco del festival «Fuerteventura en Música», pero nos referimos nosotros a otro gran evento que tiene a Puerto Rico como protagonista: los conciertos de la Orquesta Nacional Criolla Mapeyé y de Danny Rivera en Gran Canaria. Y no por una cuestión de elitismo estético o afinidad musical, ni tan siquiera como una suerte de guiño y apoyo a un evento que seguramente esté teniendo menos repercusión mediática de la merecida. Muy al contrario, si resaltamos la «Semana Puertorriqueña» como gran cita cultural con el hermano país caribeño es precisamente por la importancia histórica de la misma, por la fuerte carga simbólica que conlleva la presencia de toda una delegación de trovadores boricuas en Canarias, y por el momento en que tiene lugar.
La presencia en Las Palmas del grupo más importante del folklore boricua actual, Mapeyé, de trovadores del colectivo cultural Decimanía, Inc., y del gran cantante Danny Rivera no es fruto del interés particular de un empresario o de la iniciativa pública de un organismo oficial: es, muy al contrario, la consecuencia última de tantas experiencias de intercambio cultural que en los últimos años están teniendo lugar entre canarios y borincanos, un eslabón más en el redescubrimiento mutuo de los inmensos y fortísimos lazos de hermandad que unen a ambas naciones isleñas.
La «Semana Puertorriqueña», que viene celebrándose desde el pasado día 1 de julio con jornadas gastronómicas y charlas, y que culminará el próximo día 5 con el segundo de los dos conciertos previstos en el Teatro Cuyás de Las Palmas, viene a confirmar que el paso de los años y el olvido de tantas décadas no ha hecho mella en dos pueblos que se reconocen hermanos a pesar de haber tenido que vivir como auténticos desconocidos.
A la cabeza de todo este esfuerzo de rescate isleño-filial de los últimos años, quizá por su notoriedad pública y su genial talento, hay que destacar la labor del verseador Yeray Rodríguez, impulsor infatigable de la unión de canarios y borincanos en televisión, redes sociales o eventos culturales de diverso signo. Ha sido sin duda su labor musical la que ha logrado amplificar en nuestro país los ecos que, llegados del pasado, nos recordaban la enorme importancia de Puerto Rico en la emigración isleña, y como consecuencia, la enorme importancia de Canarias en el poblamiento y crecimiento cultural de Puerto Rico.
Pero sería injusto y parcial delegar toda la responsabilidad de esta tarea a Yeray Rodríguez. Han sido muchos los que durante años han venido cultivando diversos géneros musicales de la Isla del encanto en Canarias que han prendido la mecha. Sin haber sido tan notable la conexión musical de Canarias y Puerto Rico como lo ha sido con otras naciones americanas tales como Cuba o Venezuela, hay ya una larga lista de precedentes que nos permiten acercarnos a esta hermandad transoceánica de forma musical. Y es que los pueblos, al cantar, profesan sus filiaciones más sinceras, a la vez que construyen el relato sobre los vínculos que entre ellos se generan. Y este relato, a día de hoy, aunque incompleto, se está generando día a día.
Un amor no correspondido
Podríamos empezar por describir a toda una serie de agrupaciones e intérpretes que, durante mucho tiempo, y sin mayor vocación que la de ofrecer a su público éxitos y composiciones de calidad y fama internacional, incluían en su repertorio canciones de compositores puertorriqueños. Así, tenemos que formaciones como Los Sabandeños han interpretado canciones como «El mar y el cielo», del cangrejero (Santurce, Puerto Rico) Julito Rodríguez de Los Panchos, «Piel canela» del mulato de Coamo Bobby Capó, o incluso éxitos más recientes como «Isadora», genial composición de Catalino «Tite» Curet, acompañados a la voz por la cubano-canaria Mayelín en el disco «19 nombres de mujer». Es curioso, sin duda, que Los Sabandeños se hayan limitado a la interpretación de boleros o canciones melódicas del repertorio boricua, siendo como han sido un grupo con tanta presencia de folklore latinoamericano en su discografía, especialmente de aquel en donde la presencia canaria había sido significativa: Venezuela, Cuba, Uruguay, etc. Tampoco se explica este vacío en un posible desconocimiento previo por parte de su director y principal compositor, Elfidio Alonso, periodista y folklorista, con amplios conocimientos en lo relativo a América, quien además recibió junto al resto de sus compañeros de formación la condecoración de «Ciudadanos y Huéspedes de Honor de San Juan de Puerto Rico» en una de sus varias visitas al país caribeño. En cualquier caso, a pesar de ser creaciones de grandes artistas puertorriqueños, en la interpretación sabandeña no se descubría ninguna intencionalidad de generar vínculo con el país caribeño.
Bajo esa misma concepción e influencia de lo puertorriqueño, casi como mera anécdota, uno de los más grandes artistas que ha dado Canarias, el inigualable Alfredo Kraus, interpretó en diversas ocasiones boleros de sello boricua como el «Lamento borincano» o «Preciosa» -dedicada en esta actuación a la memoria del boricua Raúl Juliá-, de Rafael Hernández, dos himnos no oficiales en el imaginario cultural e identitario boricua. La impresión que producen las interpretaciones de Kraus se asemeja a la de Los Sabandeños: un nada desdeñable homenaje a grandes compositores de la música hispanoamericana, pero una escasa vocación de generar a través de la música vínculos con el país hermano de Borinquen.
Tirando también de grandes compositores puertorriqueños, la formación palmera Troveros de Asieta ha sumado a su repertorio composiciones de autores boricuas para generar esa sonoridad caribeña que ha sido bandera del combo por más de 20 años. A pesar de tener predilección por las obras cubanas y los arreglos afro-cubanos, Troveros de Asieta ha optado en sus discos por incluir también éxitos made in Puerto Rico. Ejemplo de ello son las canciones «Borinquén», compuesta por Johnny Ortiz y popularizada por la Sonora Ponceña, y «Dos corazones», de Rafael Hernández, incluidas ambas en el Cd «Vamos a hacerlo bueno» del año 1997. En su última producción discográfica, «Troveros de Asieta. 20 años», también incluyeron la canción «Blancas azucenas», del naguabeño Pedro Flores, acompañados por dos de las voces femeninas más importantes del Archipiélago: Fabiola Socas y Olga Cerpa.
Para cerrar este capítulo de interpretaciones de canciones populares puertorriqueñas, tenemos el ejemplo de otro grupo puntero de la música popular canaria: Añoranza. La histórica formación tinerfeña, liderada por María del Carmen Mulet, en su disco «Presagio» (1999), dedica dos de sus canciones a compositores boricuas: «Preciosa», del ya mentado Rafael Hernández, y dos fragmentos de «En mi viejo San Juan», del isabelino Noel Estrada, y «Lamento borincano». Ambas forman parte de una canción de título «Popurrí del Caribe», en el que, como en el resto del disco, se alternan canciones puertorriqueñas, cubanas y venezolanas. Paradójicamente, en este mismo Cd se incluye la canción «Lejos de Borinquen», que si bien es obra del mexicano Jesús «Chucho» Navarro, miembro de Los Panchos y por tanto no podemos decir que sea una canción puertorriqueña, en el disco es instrumentalizada con cuatro puertorriqueño en las manos de Jesús González Brito «Pingüino», en la que sería la segunda grabación hecha en las Islas Canarias de un cuatro puertorriqueño. Veremos a continuación a quién corresponde el honor de haber hecho la primera grabación.
Cabe decir que de todas estas adaptaciones de composiciones de músicos boricuas ninguna de ellas logró fructificar ni en un éxito de los mentados grupos en territorio boricua, ni en una actitud de reciprocidad a la hora de que músicos boricuas incluyeran en sus repertorios canciones o referencias a las Islas Canarias. Un amor no correspondido que, en cualquier caso, no debe ser ignorado si de música y relación cultural se trata.
La rica salsa canaria se llama mojo picón
Hablemos ahora de la salsa. Y del merengue, claro. Qué duda cabe que el relato más fácil -por cercano en el tiempo o por repercusión mediática y social- que nos vincula a Puerto Rico en lo musical es la enorme influencia que desde finales de los 70, y especialmente en los 80 y 90, tuvieron los llamados genéricamente «ritmos latinos» en Canarias. Un «boom» salsero se generó en estas décadas en las Islas, llegando a convertirse Canarias a nivel discográfico en la Miami o Nueva York de la Europa administrativa, la capital a este lado del Atlántico de la salsa, lugar de paso obligatorio de todos los grandes artistas del momento, entre los que se encontraban muchos boricuas, y lugar en el que se editaban para Europa todos los LP´s llegados de América y Estados Unidos, en su mayoría gracias al trabajo de Discos Manzana, «el mayor importador europeo de salsa caribeña y cubana», como nos recuerda el sociólogo inglés Keith Negus. Habría mucho que discutir y analizar sobre el nivel de influencia y repercusión real en las relaciones Canarias-Puerto Rico que tuvo la salsa, pero eso daría para otro artículo. Parémonos ahora a destacar algunos ejemplos de esos intercambios musicales generados en el campo de la salsa y también del merengue.
Además de la explosión de orquestas de salsa amateur por toda la geografía canaria y de la constante visita de artistas de talla internacional provenientes de Puerto Rico o de Nueva York, en Canarias surgieron formaciones y solistas de trayectoria más o menos sólida, aunque de dispar suerte. Así, agrupaciones como la Orquesta Maracaibo o la Orquesta Guayaba, gozaron en su momento incluso de giras internacionales que venían respaldadas por el éxito en su propia tierra. Pero de entre todos los salseros de la época, si de relación con Puerto Rico y éxito internacional se trata, habría que destacar a uno por encima de todos: Juan Carlos «Caco» Senante. Aunque iniciado en las lides de la canción protesta de autor, Caco Senante dio un giro en su carrera al descubrir la salsa y los ritmos latinos durante sus viajes a América Latina. En 1980 se estrena en el género con el disco «Chateaubriand…….filete y salsa», y cuatro años más tarde, producido por Rubén Blades edita «Y después… que le pongan salsa», en una clara referencia al tema homónimo del Gran Combo de Puerto Rico. No sería la única canción de sello boricua que Senante incorporase a su repertorio. De Puerto Rico también versionaría los temas «Isadora» y «Cobarde», de Tite Curet Alonso, «Obsesión» de Pedro Flores, o una particular versión del clásico «Son borinqueños» del italo-boricua Tony Croatto, el cual Senante reconvertiría dándole un toque canario bajo el título de «Somos isleños». Ésta última canción está incluida en el CD «Isleños» (1992), en donde graba a dúo con su amigo Andy Montañez, insigne salsero boricua, la canción «Sublime ilusión».
También dentro de las relaciones Canarias-Puerto Rico a nivel salsero cabría destacar el CD-DVD «¡Va por ti, Frankie», un concierto grabado en directo en Tenerife con la presencia del propio Caco Senante y de otras figuras de la salsa boricua e internacional como Tommy Olivencia, Adalberto Santiago o Lalo Rodríguez para homenajear al «Papá de la salsa», al admirado Frankie Ruiz, uno de los salseros boricuas que más visitaba Canarias en sus giras internacionales, tal era su aceptación entre el público local.
Otras orquestas más recientes como S&C han colaborado con orquestas puertorriqueñas como NG2 en su última producción discográfica, fruto de la estancia que su líder, Iván Cacú, realizara en 2003 en la Isla del encanto. También la Orquesta Guayaba de Gran Canaria, quien versiona en clave canaria la canción de Víctor Manuelle «Canto a Puerto Rico» y la convierten en «Canarias»
En el merengue cabría destacar la reciente colaboración del artista puertorriqueño Edwin Rivera con el Grupo Bomba de Fuerteventura en su tema «Eres tú» (2010), o las constantes actuaciones de artistas como Tony Tun Tún o el propio Rivera en diferentes escenarios de las Islas, quienes desde hace más de 15 años han sido referentes indiscutibles del merengue en Canarias. Las consideraciones a este respecto podrían ser múltiples, pero hoy lo dejaremos en una simple invitación a un diálogo futuro en torno a este fenómeno en la creación cultural isleña.
Canarias y Puerto Rico, de una décima los diez versos
La mayor influencia, y quizá la que hoy en día siga más viva, es sin duda la del repentismo y la versificación en décimas. A pesar de que no hay gran documentación ni investigaciones al respecto, no parece descabellado pensar que, al menos en su forma recitada, la décima viajó a Puerto Rico, como a Luisiana o Cuba, desde las Islas Canarias con los emigrantes isleños. Así también lo invita a pensar el que sean regiones de gran presencia isleña como Hatillo, San Lorenzo o Caguas, donde la trova puertorriqueña tenga mayor presencia y arraigo. No hay, por desgracia, como sí ocurre en Cuba, estudios específicos que rastreen en la genealogía del repentismo boricua orígenes canarios concretos. Contamos con la intuición, con el análisis comparativo con otras realidades migratorias isleñas, y con la seguridad de que no es en su origen donde está la fuerza del vínculo, sino en la práctica compartida. En cualquier caso, es innegable que ha sido en las últimas décadas cuando este fenómeno músico-literario es el que ha puesto a ambos pueblos en un contacto cultural nunca antes conocido.
La décima, que siempre se cantó en Canarias con sabor guajiro y mambí, que siempre tuvo al punto cubano como fiel acompañante, descubrió, a principios de los años 90, que sus versos encajaban con igual perfección en los ritmos del seis y el aguinaldo puertorriqueño. Fue en el año 1992 cuando tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria el «Simposio Internacional de Estudiosos de la Décima» y el
«Festival de Decimistas» enmarcado en el mismo escenario. Por primera vez trovadores de Puerto Rico, entre ellos Roberto Silva de Mapeyé, visitaban Canarias, sin ellos saber que a partir de ese día nada volvería a ser igual para la tradición oral de ambos pueblos.
En aquel encuentro, en representación de la isla canaria de La Palma se encontraba el músico e investigador José Luis Martín Teixé. Injustamente olvidado su nombre, a él le debemos el primer disco editado en Canarias con seises puertorriqueños, fruto de un viaje a Puerto Rico y a una intensa labor de documentación discográfica que culminó en el disco de Los Nuevos Compadres de título «Dímelo versando». Este trabajo, editado por el Centro de la Cultura Popular Canaria y en el que también participaba el laudista cubano Fernando Murga «Murguita», incluía cuatro versiones de clásicos de la música jíbara puertorriqueña: «Esdrújula», un seis chorreao con décimas esdrújulas obra de Germán Rosario «El jíbaro de Yumac», «Todo lo tenía postizo»(seis marumba) y «Las chicharroneras» (seis veracruzano), ambas composiciones del mismo trovador boricua, así como «Mujeres de mi tierra», un seis habanero de Luis Miranda «El pico de oro», adaptado en la letra a la realidad canaria por el propio Martín Teixé y Fernando Murga.
A este CD le siguió el de su nueva formación, que pasó de llamarse «Los Nuevos Compadres» a «Son, seis y punto», en referencia al son cubano, el seis puertorriqueño y el punto cubano. Si bien el anterior CD era pionero por contener cuatro composiciones netamente puertorriqueñas, al disco le faltaba la instrumentalización típicamente boricua, pues había sido arreglado con laúd y guitarra española. Pero con la nueva formación y en el nuevo CD, de título «Controversiando», José Luis Martín Teixé contó con la participación del grupo Mapeyé de Puerto Rico, y de esta manera con la oportunidad de grabar las canciones de Borinquen tal y como se tocan en el país. Una colaboración histórica que abriría el camino a una conexión musical que hasta el día de hoy no ha parado. Grabado en 1998, el disco contaba con la participación de grandes figuras de la música boricua tales como Edwin Colón Zayas, Modesto Nieves, Tony Mapeyé o el ya citado Roberto Silva, con quien Teixé había coincidido en el simposio organizado en la Universidad de Las Palmas por el profesor Maximiano Trapero. Destaca entre todas las canciones la pieza que abre el CD, una controversia entre Isidro Fernández (Puerto Rico) y el propio Teixé, que bajo el título de «Dos pueblos unidos» destaca la hermandad histórica entre Canarias y Puerto Rico. El disco se complemente con piezas de artistas de la talla de Ramito, Luis Morales, o el propio Roberto Silva, además de algunas canciones típicas de la música cubana con la participación de la repentista Tomasita Quiala.
Tras este trabajo, el grancanario Yeray Rodríguez, fruto de su labor como presentador del programa «Tenderete» y de sus viajes a Puerto Rico, entabla una estrecha amistad con los mismos músicos y trovadores que grabaron en su día junto a Teixé, y empieza a grabar en discos producidos por el colectivo Decimanía, aportando canciones como «Como cualquier borinqueño», un seis montuno incluido en la producción «Alégrate, es Navidad» de Decimanía y producida por Edwin Colón. A partir de ahí, más colaboraciones en discos de boricuas como Omar Santiago o Mapeyé en su disco «Ritual de la Fiesta», una celebración del 30 aniversario de la agrupación boricua a la que Yeray Rodríguez sumaba unas décimas de felicitación.
Y es de esa manera que llegamos al gran disco, y quizá más importante, de la relación musical Canarias-Puerto Rico de todos los tiempos: el CD «Una misma tradición», editado en el año 2010, y en el que Yeray Rodríguez confirma que los géneros del folklore boricua han llegado para quedarse al folklore canario, y que el folklore boricua ahora tendrá que contar con dos nuevos géneros de seises surgidos como fruto de esta fecunda conexión transoceánica: el seis Corralejo, y el seis folía.
Varias han sido las ocasiones desde entonces en que Canarias y Puerto Rico han intercambiado artistas y escenarios en uno y otro país. Hoy en día músicos de las Islas como Marcos del Castillo, Jorge Mendoza o el grupo Mariandá -quienes adoptan su nombre de un tipo de seis puertorriqueño-, además del propio Yeray Rodríguez han incorporado de forma momentánea o continuada el cuatro puertorriqueño como instrumento de acompañamiento en sus recitales.
¿Y en Puerto Rico, qué papel ocupa Canarias?
Lo cierto, y duele decirlo, es que la aportación a la inversa aún no ha sido correspondida en la misma medida. Y decimos «aún» porque estamos convencidos que eventos como la «Semana Puertorriqueña» en Las Palmas de Gran Canaria está sembrando la semilla para que pronto trovadores y músicos de Puerto Rico incorporen a sus repertorios experiencias y géneros aprendidos y admirados en estos viajes de intercambio cultural.
Sin embargo, y para no dejar un sabor de boca un tanto amargo, cabría apuntalar que grupos como la Tuna Segreles incorporan en su repertorio -no tengo constatado que sea igual en sus producciones discográficas, pero sí en sus actuaciones en directo- canciones como el «Pasodoble Islas Canarias» o «Bendita mi tierra guanche», y que por ejemplo el trovador hatillano Omar Santiago canta en sus «Décimas para Hatillo», incluidas en la producción discográfica «En diez tiempos», junto a Edwin Colón Zayas, la siguiente referencia a las máscaras de origen canario: «Yo he visto la indumentaria/ que usan los enmascarados/ cuando vienen disfrazados/ de su tradición canaria». Por no hablar de la que quizá sea la mayor referencia a las Islas Canarias en la música puertorriqueña, y que apunta en la misma dirección que las décimas de Omar Santiago. El himno del pueblo de Hatillo, cuya población se estima que es en un 80% de ascendencia canaria, reza: «con tradiciones de gran legado/ De ilustres hombres muy aclamados/ Poetas libres y literarios/ Que son orgullos del proletario./ Máscaras típicas de Islas Canarias/ Como es el truco también traído/ Y en los deportes reconocidos/ Esos son frutos bien cosechados».
Sólo nos queda disfrutar de esta gran «Semana Puertorriqueña» y fortalecer el lazo cultural e histórico que nos une a ambos pueblos, para que en el futuro la reciprocidad compositiva no sirva para equilibrar una balanza que busque una paridad ilusoria y vaga, sino que logre un canto que sea compartido, un canto de unidad.