Ha circulado en los últimos días un artículo escrito por un individuo que, para posicionarse a favor de las prospecciones en aguas canarias, o lo que es lo mismo, para colocarse en contra de la voluntad de la mayoría de nuestro pueblo, ha recurrido al tópico del canario privilegiado, cuando no “mantenido”, por el Estado español.
Ya con ocasión de una disputa interna en el Partido Popular, el alcalde de un pueblo ibérico, creo recordar que de la provincia de León, se apuntaba a ello, con las peores formas y las mentiras más grandes, para desacreditar al ministro Soria, y de paso, a quienes hemos tenido la desgracia de sufrirlo como paisano.
Pero lo peor del tópico del mantenido no es que siempre haya algún godo capaz de rememorarlo. Lo peor es que haya tantos canarios que nos hayamos convencido de que alguien nos mantiene; de que este país funciona o ha funcionado porque desde allá arriba lanzan perras.
Es curioso y sintomático, porque si de economía se trata, seguramente sea Canarias el territorio del Estado español que menos ha dependido del resto para funcionar. Jamás, desde su conquista hace más de 5 siglos –jamás- a Canarias le ha ido bien porque sus productos se hayan vendido en España. Y jamás, cuando nos ha ido mal, hemos recurrido a España para matar el hambre. Ni a las duras ni a las maduras, más bien al contrario, y me explico rapidito:
Cuando este archipiélago se presenta ante la economía mundial, comenzamos exportando azúcar a puertos como los de Flandes y Génova -que no a España-. Luego vendimos vinos y aguardientes, que viajaban a Inglaterra y América -que no a la España ibérica-. Cuando, entre otras razones, España se enemistó con Inglaterra a cuenta de los Borbones -ahora tan en boga- fuimos masivamente a matar las hambres a Indias -que no a la España peninsular-. Después llegó la cochinilla, de nuevo con destino Gran Bretaña, y tras ella plátanos, tomates y papas, también vendidos en el norte de Europa -que no en España-. La dictadura españolista de Franco y su autarquía económica nos condenó de nuevo al hambre, y a volver a remendarla en América -que no en España-, hasta que nos abrimos al turismo –a veces en canal-, y alemanes e ingleses retomaron sus vacaciones en estas islas.
Pues bien, por si nuestra memoria histórica resultase endeble, en pleno año 2014, primero del reinado en las Españas de Felipe VI “El Preparado”, a estas islas empobrecidas nos anuncian del taponazo:
1. Que es inminente el expolio de un recurso tan valioso como peligroso, llamado petróleo, situado al parecer bajo las aguas de las islas, para beneficio de la multinacional Repsol.
2. Que los aeropuertos canarios, entre los más rentables del Estado, capaces de ingresar cada año cantidades multimillonarias, con las que no han hecho sino pagar el disparate aeroportuario de una España con más aeródromos que pasajeros, salen a la venta en un 49 por ciento.
De la suma de una y otra operación los canarios -líderes, eso sí, en pobreza, desempleo y falta de inversión- ganaremos la friolera de cero euros. Y quiera Dios, si existe, que ningún derrame de crudo que acabe con nosotros, territorial y socialmente, de manera drástica.
Pues sí que han debido ser muchas, pertinaces y penetrantes las mentiras. Porque hay que estar muy convencido de que alguien allá arriba te paga las facturas para seguir aguantando todo esto.