Denuncian los Amigos de la Palmera Canaria un nuevo atentado contra este especie singular, no sólo por sus valores naturales sino por ser además símbolo oficial natural de Canarias, junto con el pájaro canario. Esta vez el palmericidio tiene lugar en Arucas, donde los “gestores” de la cosa pública -por no llamarles otra cosa- pretenden hacer creer al personal que trasplantar una palmera no tiene perjuicio alguno. Las fotografías que ilustran el reportaje dan buena cuenta de lo que le ocurre a una Phoenix Canariensis cuando la arrancan del lugar donde nació y creció: muere irremediablemente. Al final, va a resultar que más dañino que el picudo rojo es el concejal canario, amigo de importadores de la palmera Washingtoniana y otras especies invasoras, que vienen a echar de su tierra a la palmera canaria para pena y vergüenza de todos los isleños.