Más allá de las guerras de cifras, ni el Ministro Soria ni sus amigos en el Consejo Directivo de Repsol pueden ya ignorar el enorme rechazo que genera la aprobación de sondeos prospectivos en las aguas de Lanzarote y Fuerteventura entre la ciudadanía canaria. No sólo hubo masivas manifestaciones en las ocho islas canarias. También la diáspora expresó su rechazo a los planes petrolíferos en lugares como Berlín, Sidney, Madrid, Nueva York, Salamanca, Bruselas, Barcelona, Montevideo, Buenos Aires,… Sin embargo, esto, con ser importante, atendiendo a la dimensión histórica de las movilizaciones, no agota la enorme riqueza de lo vivido ayer, 7 de junio.
Es fácil reconocer en dichas movilizaciones un impulso que es muy superior al de las organizaciones ecologistas o sociales de las islas. Lo que ayer sucedió fue mucho más allá. Ayer tomó la calle la sociedad civil, el pueblo, la gente,… como pocas veces hemos visto en democracia. No suele suceder que los ciudadanos de una isla se sientan concernidos por lo que sucede en la otra. Así nos han domesticado y ahí hemos de encontrar la raíz de tantos de nuestros problemas. No obstante, ayer, ciudadanos de toda condición, social e ideológica, pero también de diferentes generaciones, desde El Hierro a La Graciosa, de Fuerteventura a La Palma, marcharon contra el dislate que supone poner los recursos naturales del país en bandeja a una multinacional, cuando la misma reconoce que las probabilidades de encontrar gas o petróleo en algunos de los dos puntos que se propone explorar son respectivamente del 14% y el 17%. Es este disparate económico y ambiental el que el Ministro Soria, desoyendo a todos los partidos políticos, organizaciones de todo tipo, ciudadanía y hasta miembros de su partido, no sólo ha aprobado sino hasta impulsado como política ministerial. La desfachatez del Partido Popular, rechazando en Valencia y Baleares, lo que promueve en Canarias forma parte ya del catálogo de cacicadas coloniales a las que el Gobierno de España tiene acostumbrado a los canarios.
Sin embargo, a pesar de todo esto, o precisamente por todo esto, el pueblo ya habló. De la única forma en que ha podido, habida cuenta del bloqueo institucional a la propuesta de referéndum sobre las prospecciones del Gobierno de Canarias. El pueblo ya habló y dijo “no”. Es un “no” rotundo, sereno pero también firme, sin dobleces. Es un “no” que deben llevar en mente quienes en el Tribunal Supremo el próximo 10 de junio evalúen el verdadero impacto ambiental de unas hipotéticas prospecciones en las aguas canarias. Y ese “no”, es también un “sí”: un “sí” al derecho a decidir lo que en nuestra tierra y en nuestras aguas suceda, sin mayores mediaciones; un “sí” a poder caminar hacia la soberanía energética que tanto necesitamos; es, en fin, el “sí” maduro de un pueblo en marcha, que merece ser escuchado.