Dice Manuel Lorenzo Perera que «la salud de la música popular canaria no puede estar peor». Seguramente no le falta razón, y argumentos pone el profesor de la ULL sobre la mesa: desconocimiento generalizado, ausencia del folclore musical en las escuelas, agrupaciones folclóricas oportunistas…
Lo que pasa es que a veces, con la crítica, corremos el riesgo de dar a entender, sin quererlo, que todo está perdido sin remedio, que todo está mal y que esto ya no hay quien lo salve. No es en absoluto así.
El pasado miércoles pude asistir a un verdadero lujo de concierto con motivo del 25 aniversario de la fundación de la ULPGC. El cartel ya deja clara la categoría del acto: Yeray Rodríguez, Domingo Rodríguez Oramas El Colorao, Javier Cerpa, Pedro Manuel Afonso y Lydia Moreno. Además, participaron también dos niños de la escuela de verseadores de Ingenio.
A estas alturas no vamos a descubrir la valía de músicos de categoría mundial como El Colorao o Yeray Rodríguez, magníficamente secundados por el resto del plantel. Lo que sí hay que destacar, no porque sea nuevo en ellos, sino porque sigue siendo la excepción en el panorama musical canario, es el contenido de sus letras. Letras que hablan de pueblo, de gente, de compromiso con el pasado y de visión de futuro, de orgullo de la cultura propia, de crítica social, de lucha por este país. La sala se llenó y había mucha gente joven en el público.
No hay comparación posible con ese otro folclore ramplón, pejiguera, de voces impostadas y de letras ñoñas y anquilosadas, ese folclore que tan a menudo se promociona y sale por la tele. Ese sí que está en fase terminal, de ahí que aburra a las piedras. Es en la música popular que hace gente como Yeray o El Colorao donde está el futuro de nuestro folclore, he ahí la fuerza de nuestra raíz cultural, profundamente anclada en la tierra, pero con ramas que se abren al cielo. No me extraña que consigan atraer a gente joven a su alrededor. Es el fruto del compromiso y del trabajo bien hecho. No son los únicos.