
En Canarias nos falta mucha cultura del trabajo en equipo. A mi modo de ver, prima el individualismo y una falsa versión de la competitividad frente a valores como la sinergia y la complementariedad. Piensen ustedes, por ejemplo, en las poquísimas experiencias suprainsulares que aúnen a sectores de la sociedad civil en torno a objetivos y metas compartidos. Son abrumadora mayoría las experiencias insulares que tienen de fondo y como referente “maternal” España o un pseudofederalismo que malamente puede ocultar el sucursalismo empobrecedor que nos anega. Sin embargo, en muchas ocasiones, es esa misma cultura del trabajo en equipo, la coordinación, la que no se atisba ni siquiera en el nivel insular.
A mí me parece que buena parte de esa reflexión faltó en el último debate sobre la propuesta de reforma local del PP. Hubo más de defensa -en mi opinión, no siempre fundamentada- del municipalismo que de intentos de apertura de caminos nuevos en torno a, por ejemplo, el comarcalismo, la mancomunidad de esfuerzos o la redefinición del papel de los Cabildos, ya que se perdió la ocasión de su centenario. En fin, pensar en clave canaria, que es lo que jamás promoverá el sucursalismo. Y, sin embargo, esto es ahora más necesario que nunca. En Gran Canaria conocemos bien el caso de la Mancomunidad del Sureste, que es, en muchos aspectos, ejemplar. Hoy leo con interés que en la Isla Baja, región geográfica singular de nuestro país, con entidad propia, aúnan esfuerzos para promover un desarrollo turístico diferenciado, apegado al terreno, alejado del pastiche pseudointernacional, artificial, impostado, del sur de Tenerife. Dicen, con razón, que son “la esencia de Tenerife”. Yo espero que este tipo de iniciativas tengan el mayor de los respaldos y, sin conocerla a fondo, creo que va bien encaminada porque cuando la gente se reúne en torno a un puñado de buenas ideas, suele ser invencible. Ésta es una de las lecciones que los canarios del siglo XXI debemos aprender y empezar a poner en práctica.