Leo en La Provincia que el rodaje de Exodus dejó siete millones de euros en las arcas del Estado español. Ignoro si existe algo así como un cálculo de lo que quedó en Fuerteventura y en Canarias. A tenor de lo que he podido leer, tiendo a pensar que más bien poco. Más bien, una ración bien cuantiosa de servilismo y provincianismo ante el endiosamiento de esos señores pálidos del norte, con sus máquinas y su firme ademán. Y hasta de agradecimiento porque el señor Ridley Scott nos dejó usar los camellos en la Cabalgata de Reyes. También cabe preguntarse por el rendimiento para el caso del rodaje de Fast and Furious en Tenerife, por poner otro ejemplo. Además, con conato de infraestructura faraónica en forma de anillo insular incluida. De telón de fondo, el antiguo debate que también se debe dar en el negocio turístico: ¿cuánta de la riqueza que se produce en Canarias se queda en las islas y cuánta se va fuera? ¿Seguiremos conformándonos con ser convidados de piedra en este festín que otros se montan en nuestra tierra? O por seguir con el símil cinematográfico, como figurantes, mientras los señores de la Spain Film Commission y el Ministerio de Hacienda celebran los pingües beneficios. Casi le dan ganas a uno de dejar de ir al cine.