Así lo afirma Raymond de la Camote, historiador francés especializado en el exilio nazi tras la II Guerra Mundial. “Mucho se conoce ya de los nazis ocultos en Chile, Argentina y Paraguay, amparados por los regímenes totalitaristas de aquellos países. Allí sobrevivieron y hasta se podría decir que tuvieron una plácida y cómoda existencia sin ser molestados ni perseguidos, generalmente acogidos por simpatizantes ultraderechistas. Sin embargo, hasta ahora no habían aparecido datos relevantes de lo que podemos llamar la “conexión canaria” de esta auténtica red de apoyo que durante un tiempo adoptó el nombre de ODESSA.”
Siempre según las investigaciones llevadas a cabo por de la Camote, una pequeña camarilla de germanófilos habría provisto a distintas personalidades del III Reich de apoyo logístico en Tenerife. Acogidos discretamente por las autoridades franquistas, algunos oficiales de las S.S., así como cuadros intermedios del Partido Nazi, habrían pasado los últimos años de su vida con sus familias y amistades cercanas. “No sería hasta años más tarde, con la llegada de la democracia, que alguno de estos individuos se animó a participar más activamente en la vida insular, llegando a auspiciar reuniones de lo que entonces era un movimiento político novedoso y del que se sentirían particularmente cercanos: el insularismo”.
Para el historiador francés, “se puede observar una especie de transposición de los elementos centrales de la ideología nazi al nuevo escenario insular. De alguna manera, la isla de Tenerife vendría a representar los restos de la antigua Atlántida, un territorio mítico poblado de superhombres destinados a mejorar la especie humana. En frente, la isla de Gran Canaria -o como se dice en alemán, “Las Palmas”- que vendría a ser un trasunto de Israel, poblada de judíos, obsesionados con el dinero y con la conservación de sus extraños ritos como La Rama o desnudarse en Maspalomas”. Alimentados por esa fantasía revisitada, los nazis habrían alentado la formación de un escuadrón político de choque con lo más granado de la burguesía tinerfeña, que acabaría integrando, tras unos comienzos titubeantes, lo que más tarde acabaría siendo conocido como la Agrupación Tinerfeña Independiente, A.T.I.
“Para mí -prosigue de la Camote- es evidente la línea de continuidad histórica y hasta ideológica entre los insularistas y las versiones más peligrosas del nazismo. En algunos momentos de los albores de la autonomía canaria, por ejemplo, se llegó a hablar abiertamente de censar a los grancanarios y hacerles llevar en la solapa de la chaqueta un emblema del Roque Nublo para tenerlos permanentemente identificados. Sabemos, por documentos que pronto verán la luz, que se barajaron diversos lugares como posibles enclaves para campos de concentración de grancanarios, tales como Las Chafiras y Cocarmen. No es casualidad la gran cantidad de cuadros de A.T.I. que estudiaron en colegios alemanes en la isla, por ejemplo, y de ahí las relaciones que algún destacado dirigente insularista mantiene con la “madre patria Alemania”. Afortunadamente, la muerte de aquellos nazis exiliados fue restando fuelle a A.T.I., aunque sospechamos que algún reducto pueda seguir existiendo en la redacción de algún periódico santacrucero, a juzgar por sus editoriales.” El investigador nos despide prometiendo no cejar en su empeño de destapar a todos los nazis que aún hoy inspiran y tutelan la política en las islas.