Las redes sociales han supuesto un auge importante en una nueva concepción de las comunicaciones, en el flujo de información y en el marco de las relaciones interpersonales y colectivas. En este sentido, Facebook y Twitter son, con seguridad, las dos plataformas globales que han desarrollado este nuevo concepto enmarcado principalmente en el mundo virtual.
En el caso de Canarias, son múltiples las propuestas que se hacen desde éstas: miles de eventos culturales, propuestas políticas, grupos de opinión y trabajo, páginas temáticas, y un largo etcétera.
Sin embargo, un mal se cierne sobre la rueda de monotonía a la que, muchas veces, conduce el abuso en la concepción de los roles. Es decir, una red social no es más que una herramienta y nunca debe de convertirse en el centro único y difusor de una actividad determinada.
La inherencia entre mundo virtual y real se vuelve difusa, y las propuestas así como los movimientos proactivos desde las redes sociales nunca serán más que palabras si todo ese influjo intelectual, creativo y de propuestas no se lleva al mundo “de carne y hueso”, que es, irremediablemente, en el que nos toca vivir.
No podemos convertirnos en comentaristas de sillón, es decir, esos que tanto abundan en los periódicos digitales estatales, cual eruditos que pretenden resolver el mundo, criticar todo lo publicado y establecer juicios de valor con el simple acto de mover los dedos sobre las teclas. Si hacemos bibliografía, nos damos cuenta de que entre las artes y oficios y los gremios profesionales, el “opinador” no cotiza, y en general, “opinadores” nos sobran.
Es tiempo de reflexionar sobre este asunto, y sobre todo, de entender que no se debe decir diciendo, sino más bien, decir haciendo. En este sentido, una máxima que me comentó un gran amigo, me ha abrumado. Así que ya sabe, “¡no lo diga, hágalo!”.