Traigo hoy para compartir con ustedes una excelente entrevista que, la no menos excelente página, Origen Canario, realizó al luchador Salvador Soliño, destacado B del Chimbesque y ahora también mandador del Guadexe en Tercera. El luchador, con una claridad de ideas poco común entre los deportistas de tantas disciplinas y procedencias, toca muchos temas candentes como son las composiciones de las categorías, las clasificaciones de los luchadores, la inminente Liga Nacional, la competencia con el fútbol, el necesario cambio de estrategia en la promoción y difusión de la lucha, etc. Da gusto oír a este hombre de la lucha expresarse con igual dosis de pasión que de asertividad sobre estos asuntos, casi siempre tan complicados.
Sin embargo, no es de eso de lo que quería hablarles, sino de un tema que aborda casi al final de la entrevista y del que se discute, en general y a mi modesto entender, muy poco: la imagen antideportiva y poco saludable de tantos luchadores, también de las categorías inferiores. Les dejo aquí una de las perlas de Soliño: “Si tienes un hijo flaco, lo mandas al fútbol; si tienes un hijo alto, lo mandas al baloncesto y si tienes un hijo gordo, lo mandas a lucha canaria”. ¡Qué terrible y qué gran verdad! Hojea uno libros de lucha canaria de hace dos o tres décadas y los puntales de entonces son los destacados de ahora. Los puntales de ahora directamente no existían. No cabía en la cabeza que hombres que ronden los ciento cincuenta kilos pudieran dedicarse a un deporte como la lucha, que exige técnica y agilidad en grandes dosis si no quiere sufrir una importante merma técnica. Oigan lo que dice Soliño sobre la tan controvertida cuestión del Índice de Grasa. La situación actual es diametralmente opuesta. Pareciera que para ser luchador nada mejor que acumular grasa. ¿Por qué se ensalza a los puntales A si suele suceder que cuando ellos saltan –es un decir- a la arena es precisamente cuando se acaba el espectáculo? ¿En qué momento se convirtió el empujón en una maña de nuestro deporte nacional? Uno ve luchadas de hace décadas y el retroceso técnico es más que evidente. ¿Cómo podemos permitir que una imagen tan poco saludable sea precisamente la que se proyecte a nuestros chinijos cuando se inician en la lucha? ¿Por qué no se organizan Campeonatos de Estilistas en vez de puntales y/o desafíos de rasquera para conceder preeminencia a estos luchadores atléticos, fibrosos, ágiles y rabiosos que encierran tanta maña como fuerza y que siguen existiendo en nuestras islas?
Hace unas semanas, mi compañero de Tamaimos y gran aficionado a la lucha Agustín Bethencourt tuvo la oportunidad de entrevistar a Javier González Moreno, directivo en diversos niveles de nuestro deporte. En aquella interesantísima entrevista, González Moreno hablaba de la necesidad de ordenar por pesos las categorías infantiles. ¿Por qué no ir más allá? ¿No tendría más sentido hacer campaña contra la obesidad mórbida en la lucha? Atajar de raíz el problema, lanzar el mensaje inequívoco de que el deporte es salud y la lucha no es ninguna excepción, deshacer para siempre la asociación entre la lucha y el exceso de peso,… Yo creo que éste es uno de los nudos gordianos que hay que cortar en nuestro deporte nacional y quizás así, además de con otras tantas cosas, dejemos de soportar la comparación de la que nos hablaba González Moreno: polideportivos llenos de padres solícitos que van a ver las exhibiciones de judo de sus hijos y terreros vacíos en las luchadas infantiles porque ni sus familiares van a verlos.