
Por fin se dignó el ministro de defensa, Pedro Morenés, a contestar a las preguntas sobre la militarización de Fuerteventura. La respuesta la había aplazado ya dos veces, hasta que el martes pasado el hombre encontró hueco por fin para someterse al control democrático del congreso de los diputados. Vino a decir a preguntas de Narvay Quintero (¡qué firmeza y asertividad! no le faltó sino pedir perdón por preguntar) que defensa hará en la isla lo que le convenga y que no tiene por qué hablar con ninguna institución que represente a los majoreros, sólo faltaba. No lo dijo con esas palabras, pero el sentido era ese.
Por su parte, al ministro de agricultura y medio ambiente, Arias Cañete, se ve que se le llenó la cachimba con el guineo del hidroavión que le pide Canarias, porque por fin ofreció no uno, sino cinco aeronaves para las islas, cinco hidroaviones obsoletos, que los pilotos se niegan a pilotar por motivos de seguridad. A ver si así se callan de una vez los canarios.
Que en España se creen que las islas son el pito del sereno está claro hace rato. A Cataluña, por ejemplo, no hay humildes de ofrecerles aviones ferrugientos ni de ningunear a sus instituciones ni a sus gentes. Pero con Canarias nos podemos meter lo que nos dé la gana, que son unos mantenidos y los representan unos que se venden por un plato de lentejas.
Y que no tengamos un Gordillo que diga las cosas claras…