La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria tuvo un pasado convulso que, en buena medida, es el que configuró su actual paisaje urbano. El enorme impulso que vivió tras el despegue del Puerto de la Luz hizo de ella la ciudad más poblada del archipiélago y, en palabras de algunos, propiamente, la única ciudad de nuestro país. La descolonización del Sáhara fue asumida prácticamente por LPGC en su totalidad, que vio incrementada su población a raíz de la llegada de los colonos. Eran años agitados y la asfixia del resto de las fuerzas políticas a la Unión del Pueblo Canario, con José Carlos Mauricio como artero muñidor, impidieron que se consolidara una fuerza popular que encauzara las demandas de barrios y riscos. La inexperiencia y el fervor político de pies de barro hicieron el resto. Siguieron años de pasteleo entre el PSOE, el PP y experimentos tripartitos, convenientemente trufados de tránsfugas hoy olvidados, que hicieron de LPGC una ciudad poco recomendable durante muchos años. Es imposible olvidar a aquel alcalde, que tras una fulgurante carrera en el Lazareto de Gando, reapareció en la democracia para dejar sin agua a barrios enteros. Después, el inefable Soria llegó y se atribuyó todo el trabajo de Mayoral. Sobre aquellos “logros” se asienta en buena medida la fortaleza del PP en la capital. No diría yo hoy que mi ciudad sigue siendo aquel caos pero tampoco quiero engañar(me) transmitiendo la falsa idea de que las desigualdades sociales extremas han desaparecido para siempre. La actual crisis económica no ha hecho sino agudizarlas en muchos casos y en otros, sacarlas a la luz. La imagen de ciudad moderna, cosmopolita y abierta de LPGC responde a la realidad pero no oculta otras realidades menos ciertas.
Todo esto viene a cuenta de lo importante que es que en una ciudad con tantas carencias surjan proyectos que ocupen espacios que a las instituciones, tradicionalmente, les importan bien poco. ¿O alguien en su sano juicio se cree que a los más recientes alcaldes de LPGC les interesó lo más mínimo la promoción de la cultura en nuestros barrios y riscos? A los escépticos, los invito a repasar la historia de las Universidades Populares y sus abnegados trabajadores. Insisto: es muy importante que celebremos el que un puñado de profesionales y familiares, apasionados, echen a andar un proyecto de formación musical dirigido a “todos los barrios periféricos de la capital de la isla, que tengan necesidades especiales a nivel social y cultural, donde la cultura llega aletargada o simplemente no llega por diferentes causas”. El objetivo: crear orquestas de cuerda frotada (violines, violas, cellos y contrabajos) allá donde se pueda. El nombre del proyecto es hermoso, Barrios Orquestados y desde aquí les deseo el mismo éxito que a quienes constituyen su mayor, aunque no única, inspiración: el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles de Venezuela. Lectores de Tamaimos, los animo a conocer más en detalle esta bella iniciativa. En su página encontrarán información detallada acerca de la misma; también podrán ayudar a financiarla. Y se me ocurre que para apuntalar este proyecto nada mejor que hablar de él, extender la buena noticia de que hay soluciones y de que no todo está perdido.
LA ARRANCADILLA: De paso, aquí les dejo este material impagable, el trailer del documental The Promise of the Music, que trata de milagros que se hacen realidad en Venezuela. ¿Por qué no en Canarias?