
Que diría el bardo. Quienes sigan nuestros podcast -nos consta que entre las radios que nos emiten y las descargas en la página, cada vez son más- recordarán que en el podcast número 149 discrepábamos acerca de algunas cuestiones relacionadas con el cierre de la Unidad de Cirugía Cardiaca Infantil del Hospital Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria. Digamos, por simplificar, que los términos de la discrepancia iban desde considerar dicho cierre como uno más de los sangrantes recortes que padecen los servicios sociales -esta vez especialmente censurable por la vulnerabilidad e indefensión de la población a la que afectaban- y la consideración de que pudiera haber argumentos técnicos, médicos y organizativos que hicieran de tal medida una salida conveniente ante una situación de hecho determinada. En los días posteriores a la grabación de dicho podcast, tuvimos oportunidad los Tamaimos de conocer algunas opiniones más o menos fundamentadas sobre este asunto. Cuando digo fundamentada, por supuesto, no me refiero a aquellas interesadas -puestas en circulación por el Partido Popular y acólitos- que insisten en que no hay nada tan bueno para la salud de los infantes como cerrar la Televisión Canaria y, de paso, la Policía, también canaria. No sabemos si tendría el mismo efecto sanitario el cierre de la Televisión Española y, de paso, la Policía Española, porque la verdad es que es para pensárselo… En cualquier caso, servidor saludó como un texto clarificador y a mi juicio bastante riguroso el artículo «Cirugía cardiaca infantil», de la Dra. Pediatra Antonia Pérez Pérez. Me parecía que en el mismo se aducían razones y explicaciones que bien merecían reconsiderar la carajera montada en torno a la Unidad de Cirugía Cardiaca Infantil, en la que a mi juicio se mezclaban a partes iguales demagogia y buenas intenciones. Héte aquí que al cabo de unos días podía escuchar la entrevista que realizara Evaristo Quintana en el programa El Drago de la Cadena Ser a José María Brito, pediatra retirado y fundador de la citada Unidad. En la misma, el galeno venía a descalificar uno por uno todos los argumentos que tan sólidos me parecieron en el artículo arriba mencionado. Lo del número de operaciones no pasa de ser una recomendación que de repente sólo se aplica al caso canario. Las dudas sobre la formación del personal canario, interesadas. Los beneficios del cierre de dicha medida, nulos. A mí, qué quieren que les diga, me convenció y me hizo cambiar mi opinión inicial, lo cual pongo aquí por escrito porque me parece lo más pertinente. Finalmente, resulta que las partes enfrentadas -de un lado, la Consejería de Sanidad y de otro, los profesionales médicos apoyados por numerosos sectores sociales- llegaron el pasado 14 de noviembre a un acuerdo, que supongo que no será ideal pero sí suficiente. Este lunes se conocerán los términos del mismo y éste que suscribe estará pendiente por si tuviera que hacer alguna apostilla a esta misma entrada. En cualquier caso, esperemos que el acuerdo sea para beneficio de quienes lo merecen -los pacientes y sus familias- y que la sociedad canaria haya aprendido de esta experiencia para nuevos recortes en los ya disminuidos servicios sociales canarios.
La arrancadilla: Todo este asunto me ha hecho recordar dos libros autobiográficos que retratan una infancia bien particular, la de la escritora belga, nacida en Japón, Amélie Nothomb. La autora retrata en Metaphysique des tubes y Le sabotage amoureux los primeros años de su vida, primero en Japón y luego en China. Hija del embajador belga en aquellos países, Nothomb relata con maestría y un exquisito sentido del humor el increíble mundo de la infancia, confrontándolo con sus vivencias como extranjera miembro de una élite en países de cultura muy diferente a su ambiente familiar belga. Por si había alguna duda, es literatura para adultos, eso sí, interesados en los niños.