Por Antonio Morales Mendez, Alcalde de Aguimes
El festival de teatro de primavera-verano de las eléctricas y la energía ha terminado, como era presumible, en un tremendo fiasco y en un ataque frontal a las energías limpias y a los consumidores. Desde hace meses, no ha pasado un solo día en el que los medios de comunicación no se hicieran eco de los planteamientos del Gobierno y las eléctricas acerca de la necesidad imperiosa de acabar, a cualquier precio, con el déficit tarifario que se inventaron Rato y Aznar.
En su empecinamiento por atacar virulentamente a las renovables, José Manuel Soria no dudó en ir filtrando propuestas que gravaban superficialmente a las eléctricas –aunque éstas aparentaban rasgarse las vestiduras- y de manera alevosa a las renovables. El ministro se mostraba dispuesto a dar la puntilla a las energías limpias rematando la jugada que inició recién tomada la posesión de su cargo. El lobby eléctrico, que cuenta en su nómina con expresidentes como Felipe González y Aznar y exministros como Solbes, Elena Salgado, Ángel Acebes, Croissier, Atienza, Serra, Joan Majó, María de los Ángeles Amador, Boyer y otros como José Luis Olivas, Roca, Imaz, Folgado, Atutxa, Manuel Marín, Fernández Cuesta, etc, se muestra insaciable. Pide más sangre y busca la asfixia irreversible. Y lo habría conseguido definitivamente de no ser por la jugada desesperada de otro lobby en ciernes al servicio de las tres grandes empresas con intereses en las termosolares (Acciona, ACS y Abengoa) en el que juega un papel importante Equipo Económico, una consultora que creó el propio ministro de Hacienda y en la que siguen participando su hermano Ricardo Montoro y Ricardo Martínez Rico, hermano a su vez de su jefe de gabinete. Y se desata la guerra en la que se utiliza como arma arrojadiza el abandono de la nuclear de Garoña (que terminarán recuperando, y si no al tiempo) o el cierre de ciclos combinados, hasta que finalmente se coloca a Soraya Saénz de Santamaría como un árbitro pretendidamente imparcial que acaba por decantarse por una solución que solo beneficia a las grandes eléctricas. Como siempre.
La reforma energética opta entonces por imponer una nueva tasa del 6% de los ingresos a todas las tecnologías por igual, además de un 2,79 céntimos por metro cúbico para el gas natural; 14,97 euros por tonelada para el carbón; 22% para la energía producida en la hidráulica, y el “céntimo verde” para el fuel y el gasóleo empleados en la generación de energía. A pesar de que el ministro de Industria se apresuró a declarar que este aumento no se trasladaría a los consumidores, al día siguiente las mismas eléctricas se encargaron de desmentirle, afirmando que estos impuestos los trasladarán al recibo de los hogares, lo que no podrán hacer las energías limpias. Pero es más, una parte del 6% a aportar por las eléctricas se verá con toda seguridad compensado alargando las concesiones de las hidráulicas y las nucleares.
Desde luego, lo que está meridianamente claro es que los consumidores y las pymes renovables no tienen quién les defienda. A la vista están los resultados. Sin que se haya frenado un ápice el déficit tarifario, en los últimos seis años la luz ha subido en España más de un 70% (en los últimos cuatro años más del 50%) convirtiéndonos, según el Eurostat, en el tercer país de la Unión Europea con la energía más cara (solo por detrás de Chipre e Irlanda, que ha pasado a ocupar el lugar de Malta). Al tiempo, las eléctricas han obtenido un beneficio neto de 52.300 millones de euros y repartido dividendos en los últimos seis años entre sus accionistas por un total de 28.123 millones, el equivalente al déficit que insisten en cobrar a costa de los usuarios. Claro que todas estas cifras se dan, además, con sus directivos cobrando tajadas como la de los 7,6 millones de Brufau (Repsol) que lo justifica diciendo que es porque paga mucho a Hacienda.
Resulta cuando menos paradójico que se produzcan esas enormes ganancias para la eléctricas y al tiempo todavía el Gobierno les deba por el déficit de tarifa una cantidad cercana a los treinta mil millones de euros. Y es que, como hemos dicho tantas veces, esa famosa y recurrente deuda está sustentada sobre una enorme trampa a la que nadie osa poner freno. Y es que nunca han devuelto los más de tres mil millones que se les adelantó para hacer frente en 1997 a los Costes de Transición a la Competencia; en las subastas que se hacen diariamente para fijar el precio de la energía, los precios se establecen linealmente, prevaleciendo el más alto, de forma que por la energía nuclear y la hidráulica (ya amortizadas) se paga un mayor precio de lo que cuesta realmente su producción; nunca se ha compensado el alargamiento de las concesiones de las nucleares y las hidráulicas; se han beneficiado de ayudas a los costes de emisiones que han incluido siempre en el pool; cobran por la interrumpibilidad por sobrecapacidad instalada; cobran en exceso por la capacidad de los ciclos combinados y la hidráulica; son juez y parte en la distribución, fijando los costes y la eficacia; están cobrando tres euros de promedio mensual por el alquiler del contador, que no cuesta más de 30 euros al año, lo que significa un ingreso neto injustificado de 800 millones de euros al año, en un parque de 20 millones de contadores, como viene denunciando el ingeniero jubilado Antonio Moreno, al que Endesa ha demandado por referirse a la empresa como “corsarios”…
Estamos ante una triste y cruel incongruencia. Europa pide más y más renovables (el Comisario de Energía amenaza a España con intervenir); el planeta se calienta y pone en riesgo su supervivencia cada vez a un ritmo más incontrolado; España gastó más de 50.000 millones de euros en comprar el 85% de la energía primaria que consume (el 50% de nuestro déficit comercial); según José Miguel Villarig, presidente de Appa, en los últimos años la cotización media del barril de Brent ha pasado de 61,84 a 111,17 dólares (+ 79%), el precio medio de la gasolina ha aumentado en 31%, el del gasóleo de automoción un 39% y la bombona de gas un 41%…, y aquí no dejamos de engordar a las eléctricas y de poner trabas continuas a las energías verdes que no dependen del exterior, que podrían crear miles de puestos de trabajo, desarrollar industrias, incentivar la investigación y las nuevas tecnologías…
Según Yoram Krozer, investigador de la universidad holandesa de Twente, de 1998 a 2008 (con los precios del petróleo más bajos de los últimos cincuenta años) las energías limpias aportaron de media al año 8.000 millones de beneficio neto, una cantidad mayor que todo el dinero público que reciben las tecnologías verdes… ¿Y entonces? Pues lo de siempre. El poder de los lobbys. Y claro, se toman medidas que atacan directamente a la línea de flotación de las renovables y seguimos esperando sine die a que se pongan en marcha medidas reales de eficiencia y ahorro y el autoconsumo democratizador de la energía y dinamizador de las pymes del sector.
Y en Canarias la cosa está aún más peliaguda. Aquí producir electricidad cuesta 0,21 euros por kilovatio/hora a partir de combustibles fósiles y 0,12 con fotovoltaica y 0,08 con energía eólica, mientras el consumidor está pagando 0,16 euros /kWh, pero viene la semana pasada “nuestro” ministro -que dijo que iba a contemplar nuestras especificidades en el apartado de las primas- y nos dice, ante la indignación de todo el mundo, que no es verdad que en las Islas sea más barato producir con energías renovables. Y mientras, los parques eólicos paralizados, primero por la corrupción y ahora por la desidia. Y la central de Chira-Soria, que iba a tener el camino despejado en tres meses, sigue sin empezar a construirse. No es otra la razón por la que, con todos los elementos a favor, seguimos a la cola en energías limpias. Pura estulticia.