Si uno lo viera por la calle difícilmente pensaría que está ante uno de los grandes valores de nuestra tradición oral. Cara juvenil, espigado y de cenceña complexión. A sus 20 años el gomero Eduardo Duque agarra en su voz y en sus manos el legado que sus mayores le dejaron y lo acerca con respeto y responsabilidad al momento que le tocó vivir. Eduardo ama lo que hace, y esa pasión la vuelca en cada improvisación, en cada toque de tambor o de laúd, bien sea en su Gomera natal, en Tenerife donde reside, o en cualquiera de las Islas en donde ha tenido la oportunidad de brindar su arte.
Ahora, y como parte de la delegación que desde Canarias irá a Puerto Rico para representar nuestra tradición en la Semana del Trovador, va a tener su primera oportunidad de viajar fuera de Canarias para exponer su ingenio junto a representantes de México, Panamá, Cuba o Venezuela. Junto al verseador Yeray Rodríguez, el cantor Pedro Manuel Afonso y los músicos Ardiel Valentín y Althay Páez, Eduardo Duque recorrerá los diferentes municipios de la isla caribeña en donde la Semana del Trovador se celebra año tras año.
Estudiante de Historia del Arte en la Universidad de La Laguna, Eduardo Duque ha logrado hacerse un hueco entre los nuevos valores emergentes del repentismo no sólo de Canarias, sino a nivel mundial, demostrando su valía en importantes eventos como el Encuentro Internacional de Improvisadores por el Casco Viejo de Corralejo, el Encuentro de Repentistas Isla de El Hierro o el festival Verseando con Ingenio en Gran Canaria. En todas estas citas Eduardo ha podido codearse con la tradición decimística de artistas de la talla de Emiliano Sardiñas (Cuba), Ernesto da Silva (Venezuela) o Salustiano Mojica (Panamá), siendo actor privilegiado del momento de intercambio internacional y repercusión que vive el repentismo desde mediados de los años 90, y del que Canarias ha sido pieza fundamental.
Por tal motivo hemos querido en Tamaimos conocer más de cerca a este talento de nuestra tierra y que nos cuente de primera mano cómo vive la música y tradición que tan dignamente representa, y que nos ilustre sobre el momento que vive el punto cubano en Canarias a día de hoy antes de marcharse a Puerto Rico -del 27 de septiembre al 7 de octubre- a representar a Canarias en uno de los festivales de más prestigio a nivel internacional en el mundo del verso improsivado.
– Eduardo, ¿qué significa para ti el verso improvisado?
Bueno, el verso improvisado, además de una tradición bellísima, supone un auténtico confidente, la vía suprema para expresar los sentimientos más tristes, las alegrías más profundas, la denuncia social o la recreación literaria del mundo que nos rodea. Siempre comento, y sin temor a equivocarme lo reflejo aquí de nuevo, que la décima y el tambor de La Gomera han sido dos de las cosas más grandes que me ha regalado la vida. Sin duda, los momentos de plena felicidad que más entrañablemente albergo en mi pensamiento siempre me retratan o con un tambor en la mano o con un laúd detrás. En definitiva, el verso improvisado supone tanto para mí, tantos sentimientos, amistades y ratos indescriptibles que reflejarlos en estas palabras resulta prácticamente imposible.
– ¿Cómo fue tu acercamiento al mundo de la improvisación en décimas?
En este sentido, tengo una deuda con mi padre que jamás le podré pagar. Él no es repentista, pero sí es un amante de la tradición oral de los pueblos, y más aún de su Gomera natal. A él le debo el conocimiento de los antiquísimos romances que, del mismo modo que él los aprendió de niño, me legó para que los cantara con el tambor y, en esos romances, está el inicio de mi camino en el mundo de la poesía. De niño, constantemente le decía: «papá, repíteme el romance del Soldado Ricante», y ahí empezaba yo a repetir cada hemistiquio que él me decía: «Emperatriz de los cielos – Madre y abogada nuestra», e iba yo detrás «Emperatriz de los cielos – Madre y abogada nuestra», y así larguísimos y bellísimos romances que guardo en mi pensamiento como valiosísimos tesoros y que, de vez en cuando, me gusta recitar en soledad para no dejar caer ni un solo verso en el olvido. Junto al romance, vinieron las décimas. Aquellas de la arrastrada del 41 -Décimas del temporal-, las desdichas del Telémaco, o el mágico encuentro de Lorenza Romero y José Hernández Negrín en el Café Bolondrón. A eso se sumarían los discos del Jilguero de Cienfuegos, de Chanito Isidrón, de Estrellita Rodríguez, Armando Ramos; las cintas de Omar Mirabal, de Panchillo y Bernardo que se reproducían y rebobinaban infinitamente en el coche…
Cuando en el colegio, teniendo yo ocho o nueve años, mis compañeros de clase presumían de sus colecciones de estampas o de tazos, tan de moda por aquellos tiempos, mi comentario era: «pues yo ya me sé el romance del trigo y el dinero», con una espantosa voz de pito y una enorme sonrisa de satisfacción de oreja a oreja. Y, qué curioso, alguna vez se los recité en el recreo y tenían la delicadeza de escucharme.
Luego me dio por plantearme escribir romances y décimas, y así empecé, escribiendo con ocho y nueve años sucesiones de versos asonantados que, eso sí, guardaban religiosamente sus ocho sílabas métricas. Componía décimas, imitando a los grandes poetas de La Gomera, sobre sucesos del pueblo, acontecimientos religiosos e incluso para mejor memorizar algunos conceptos que se me hacía imposible aprender en prosa para el colegio.
Poco a poco, de las libretas fui pasando al papel del viento y, como uno tenía esa faceta de «poeta», murmuraba décimas mientras ayudaba a mi padre en los terrenos: décimas a la hierba que arrancaba; décimas a las parras; décimas a todo lo que veía… Pero un día, en medio de una comida, un grandísimo poeta de Vallehermoso, Eduardo Sánchez Noda, más conocido como Lalo «el poeta de Los Loros», se levantó en medio de la reunión, en la mesa, y a capella me cantó una décima a la que, sin más remedio, tuve que responder improvisando. Como decimos en La Gomera, aquella décima fue lo más esriscado que se ha oído, pero fue improvisada y en público, y, por tanto, todo un reto.
– ¿Cómo se vive actualmente el punto cubano en La Gomera?
La situación del Punto Cubano en La Gomera está caracterizada por la paradoja: una afición popular aún latente, con auténtica devoción hacia la poesía improvisada y los verseadores, y, por otro lado, una desidia institucional que está haciendo que esta tradición se apague poco a poco. A día de hoy, las Fiestas de Ntra. Sra. de la Candelaria en Chipude son una de las pocas fiestas insulares en las que no puede faltar la actuación de los poetas… Pero deberían ser muchas más.
– ¿Qué verseadores recuerdas de tu infancia?
De mi infancia, ante todo, la figura de José Hernández Negrín, el gran poeta de Valle Gran Rey, cuyo libro de décimas, publicado por su nieto Miguel Ángel Hernández, leía diariamente. Precisamente, basándome en la décima aquella de «Sin que el pudor me apresure / nací en el ochenta y seis / Gomera, Valle Gran Rey/ en el término de Arure…» escribí mi primera décima, observando que me cuadrara la rima abba accddc; las ocho sílabas métricas… Las figuras de Negrín, Manuel Rolo o Lucas Mesa Cabello siempre fueron referenciales. Junto a ellos, que ya habían partido a la eternidad, admiraba a los poetas que veía en las fiestas populares de la isla, especialmente cada 14 y 15 de agosto en Chipude cuando, antes de la misa de las 8:30, en una pequeña tarima de la plaza, era el turno de los puntos cubanos, a los que mi padre siempre me llevaba. Ahí estaban Papillo, Raúl Herrera, Joseito el Palmero y otros muchos verseadores y, junto a ellos, dos referentes fundamentales: Francisco Arteaga, conocido como «Panchillo el Gomero» y Yeray Rodríguez.
– ¿Qué momento crees que está atrevesando el punto hoy en día en Canarias? ¿Qué opinión te merece la figura de Yeray Rodríguez?
Pues a día de hoy esta tradición, gracias a Dios, parece que goza de muy buena salud. En La Palma hay un plantel de verseadores importante y valiosísimo; por La Gomera, Panchillo y su hijo y un servidor, aunque como “gomero light”; el Hierro también tiene dignos representantes; y luego Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote cuentan también con buenos poetas.
En el caso de Gran Canaria, la labor de Yeray ha sido fundamental. Me preguntas que qué opinión me merece Yeray, y considero que ni aunque yo fuera eterno, tendría vida suficiente para agradecer a Yeray, no solo lo que ha hecho por mí, sino por esta tradición. Gracias a él me subí por primera vez a cantar punto cubano a un escenario y, gracias a él, la décima ha inundado rincones de Canarias en los que hacía tiempo que se había secado. El campo y la ciudad, capitales y zonas agrarias, universidades y parrandas campesinas han recibido de Yeray un torrente de tradición, de conocimiento y amplitud de horizontes impagable. Este hombre es un artista. Bien es sabido su respeto hacia aquellos poetas pasados que esto nos legaron y que no tuvieron ni escenarios ni aplausos, y estoy seguro que ellos, allá donde estén, sentirán un profundo agradecimiento hacia él por insuflarle tal cauce de vida a esta bella tradición.
– Puerto Rico es uno de los países con una mayor y más arraigada tradición de verso imrovisado en América. ¿Qué esperas encontrar en la Semana del Trovador?
Ante todo, una experiencia impagable. Pensar que yo voy a participar en un evento de este calibre me resulta prácticamente increíble. Me considero un amantísimo devoto de esta tradición, un acérrimo defensor de ella y mi aspiración más elevada es entregarle lo mejor que tengo: mi ánimo y mi firme propuesta de mejorar verso a verso. Pero con todo, a mis veinte añitos, me considero sólo un aficionado y, cuando uno ve el plantel de poetas que estará allá… ¡Ave María! Díaz Pimienta, Tano Mojica, Luis Paz «Papillo», Marta Schwindt… Son esos grandes referentes que uno siempre ha visto por la televisión, por YouTube, en vídeos, en libros, y pensar que puedo compartir escenario y cuerdas con ellos… Me parece increíble. Es, si me permites el símil, como si pusieran a un niño al que le encanta el fútbol a jugar con Maradona. Algo así.
Por tanto, ¿qué espero de Puerto Rico? Ante todo enriquecerme y disfrutar. Afortunadamente, he tenido ocasión de conocer a algunos trovadores borinqueños, caso de Roberto Silva, Omar Santiago o Isidro Fernández y, antes que geniales poetas, son brillantísimas personas y, si como tengo entendido, ellos son un ejemplo de la idiosincrasia puertorriqueña, creo que esas dos semanas de canturías me van a proporcionar una cantidad de experiencias poéticas, artísticas y ante todo humanas que serán muy difíciles de olvidar.
– Hablando con el trovador puertorriqueño Roberto Silva me decía que había quedado sorprendido en una de sus visitas a Canarias por tu talento, y que eras un valor de futuro. ¿Qué se siente al ser valorado por gente con tanta trayectoria y ajena a tu tradición cultural?
Creo que se experimenta una sensación a caballo entre la incredulidad, el orgullo y el compromiso que supone estar a la altura de esas palabras.
– ¿Conoces el alcance que tiene el verso improvisado en Puerto Rico?
Bueno, por lo que me han contado, si de verdad existió el Parnaso mitológico con su Fuente Castalia estuvo, sí o sí, en Puerto Rico. Creo que la afición a la décima por aquellos lares es realmente asombrosa, además de ser un país con unos valores musicales fascinantes. De todos modos, lo mejor será descubrirlos in situ.
Gracias Eduardo, por tus palabras y tu talento. Esperamos desde Tamaimos que la delegación canaria en esta Semana del Trovador tenga un feliz viaje y una grata experiencia de intercambio de tradiciones. La nuestra, de seguro, está bien representada.