Hoy, 28 de junio, Día del Orgullo Gay, queremos traer aquí uno de los episodios más vergonzantes de la Historia reciente de Canarias: la persecución que sufrieron los homosexuales isleños por parte de la dictadura franquista. Dicha persecución, además de ser brutal y ubicua, tuvo un lugar, un particular infierno, que fue majorero y se llamó eufemísticamente la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía.
Lo que hoy conocemos como Albergue de Tefía, fueron en un principio las instalaciones de un aeródromo reconvertido en un auténtico campo de concentración por el que pasaron en torno a un centenar de homosexuales en los años que fueron de 1954 a 1966. Esto sucedió “gracias” a la Ley de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad y Rehabilitación Social, una ley promulgada por la II República, que Franco retocó para incluir la homosexualidad, anteriormente considerada como escándalo público. Siguiendo pues la inveterada tradición española –secundada por Primo de Rivera, la progresista II República y la Dictadura franquista- de considerar Canarias y Fuerteventura, en particular, como lugar de destierro, allí, en Tefía, se instaló este infame campo de concentración.
Según el testimonio de Octavio García, uno de los presos del campo, ““Sólo faltaban las cámaras de gas. Era igual que Auschwitz o Ravensbrück, con calabozos sucios y una bombilla amarillenta en el techo. Me quedé en 50 kilos, todo el día picando y acarreando piedras y agua, comiendo batatas y chicharros llenos de gorgojos. Éramos seis presos homosexuales en aquella isla inhóspita. El director, Prudencio de la Casa de Dios, ex carmelita descalzo, era terrible, aunque me dio la libertad antes de tiempo porque enseñé a rezar a los demás”. Otros no tuvieron tanta suerte y, como Juanito el Pionero, tuvieron que cumplir los tres años de pena máxima que contemplaba la mencionada Ley.
Sin embargo, dentro de lo que cabe, ésta es una historia con final feliz. Gracias a la lucha y el ejemplo de gente como Octavio García, hoy conocemos la historia del Albergue de Tefía (que también fue Cuartel de la Legión). Él mismo fue indemnizado con 12.000 euros, si es que el dinero puede hacer olvidar tanta humillación e injusticia. La novela Viaje al centro de la infamia del historiador canario Miguel Ángel Sosa Machín da cuenta de aquellos hechos. Finalmente, un monumento recuerda hoy aquel infierno para que no vuelva a suceder.