De todos los episodios de la Historia de Canarias aún por escribir, llama poderosamente la atención el relato de los hechos acaecidos durante la infame presencia del Tercio Don Juan de Austria de la Legión Española, en la isla de Fuerteventura. Tras la huida en 1975 de los españoles del Sáhara ante la ocupación ilegal marroquí, el infausto Tercio fue trasladado a la isla majorera, dando comienzo a un sinfín de atropellos que van desde los robos, atracos, acosos a la población civil, riñas, tráfico de estupefacientes, batallas campales entre majoreros y legionarios, allanamientos de morada,… hasta el secuestro de embarcaciones, aviones (un DC-9, desviado a Lisboa) y asesinatos.
Dar cuenta exhaustiva aquí de lo que supuso la presencia en Fuerteventura de la Legión Española excede las limitaciones de este blog y más concretamente de la serie Memoria Histórica Canaria, dedicada a difundir someramente episodios de nuestra memoria poco divulgados o ya olvidados. Ojalá algún día, alguien escriba el libro donde se relaten pormenorizadamente aquellos sucesos para conocimiento de las futuras generaciones. Sin embargo, sí queremos detenernos en uno de los hechos indudablemente más trágicos: el asesinato del alcalde pedáneo de Guisguey, Pablo Espinel de Vera, en su propio domicilio, el 27 de abril de 1976.
Aquella mañana, dos soldados legionarios –luego, como siempre, se dijo que eran desertores- sorprendieron al infortunado campesino cuando éste se encontraba solo en su casa, hiriéndolo con arma de fuego. Al intentar Espinel defenderse con una escopeta de cacería, cayó muerto por una ráfaga de ametralladora. Su esposa, que se encontraba no demasiado lejos en una gavia de lentejas, acudió al oír los ruidos, encontrándose a su marido tendido en un charco de sangre, tras lo cual huyó despavorida a casa de una vecina. Las dos mujeres se encerraron aterradas en la vivienda y por puro miedo casi no abren la puerta a José Gutiérrez, otro vecino del lugar que, extrañado tras ver ganado pastando en los cultivos de Espinel, había encontrado su cadáver. Finalmente, se pudo dar aviso del crimen a Puerto Cabras con un motorista. El asesinato sobrecogió a la sociedad majorera, que ya sabía de la crueldad de los legionarios en sus fechorías desde que llegaran a la isla pero que acaso no imaginara que llegarían hasta el crimen. Los dos asesinos fueron condenados por un Tribunal Militar a 30 años de cárcel y aquí se pierde la pista de los hechos pues ni su nombre fue divulgado.
No tenemos conocimiento de que haya habido ningún acto de homenaje, por sencillo que fuera, a este humilde majorero víctima de los atropellos de la Legión. Tan sólo una humildísima calle en Puerto Cabras recuerda su nombre. Sin embargo, sí hay noticia, varias, de la pleitesía con la que aún algunos siguen recordando el desgraciado paso del cuerpo militar por la isla majorera, aunque lo enmascaren de reconocimiento por su “labor” durante la guerra en la antigua Yugoeslavia. Como ejemplo más triste, tal fue el caso de la concesión de la Medalla de Oro de Canarias al Tercio Don Juan de Austria por el Gobierno de Canarias presidido por Manuel Hermoso (Coalición Canaria) en 1994. Así pretenden algunos escribir la Historia de nuestro pueblo.
P.S: Para elaborar esta entrada he usado el opúsculo Fuerteventura: (1975-1981). Crónica de unos hechos y un alcalde. Ed. Unión del Pueblo Canario, Las Palmas de Gran Canaria, 1981. Dep.Legal: GC. 245/1981. Se trata de un meritorio dossier de prensa que recoge algunos de los hechos aquí reseñados en la prensa local y foránea, así como un análisis de la actuación del franquista alcalde de Puerto Cabras, Matías González (UCD).
P.S.2: De telón de fondo, podemos encontrar un conflicto aún no resuelto: la ocupación por parte del Ejército español de 4.205 hectáreas del municipio de Pájara (el 10% del territorio municipal) para destinarlas a Campo de Tiro. Fueron treinta y ocho las familias majoreras que vieron sus tierras expropiadas. Aun hoy, el pueblo y las instituciones de Fuerteventura alzan la voz contra la militarización de su territorio.