El paradigma epistemológico en el que se basa el sistema educativo español es el socio constructivismo. Dicho de otra forma, las ideas en las que se fundamenta la pedagogía que se aplica en la enseñanza española y de allende los mares derivan de esta teoría que, muy sucintamente, viene a decir que aprendemos integrando el conocimiento nuevo en nuestra experiencia previa. Se puede deducir que para que este proceso llegue a buen término es fundamental que la experiencia previa sea percibida también como conocimiento válido desde el que plantear el conflicto cognitivo entre lo ya sabido y lo todavía por aprender. Este conflicto es imprescindible para el aprendizaje. Si al niño/a le falta el apoyo de una mirada desprejuiciada, abierta y curiosa a su entorno y su realidad inmediata, es muy probable que sus educadores fracasen en su intento de llevarlo más allá, hacia otras realidades ignotas, otros mundos nuevos aún por descubrir. Ese conocimiento se desvanecerá con el tiempo y fuera del contexto de la educación formal puesto que no está apoyado en la experiencia propia. Las capacidades de relación, comparación, contraste,… se verán francamente limitadas si no existe la referencia propia como experiencia válida, como aprendizaje.
En fin, todo este rollo para compartir con ustedes la alegría que me da que alguien hable por fin en voz alta de la necesidad de que los niños canarios aprendan vulcanismo. Sirva esto como ejemplo de lo que defiendo. Quien lo dice no es una furibunda independentista sino la directora en Canarias del Instituto Geográfico Nacional (IGN) y asesora del Pevolca, María José Blanco, quien no anda pensando en formar jóvenes cachorros independentistas, como a alguien le pudiera parecer sino que opina que “el disponer de una población formada en casos de emergencia facilita la comprensión de las medidas a tomar y el manejo de la situación”. O sea que, no sólo es una cuestión de “eficiencia pedagógica”, sino en el caso concreto que nos ocupa hasta de protección civil. Y escribo esto recordando a aquel niño que un día fui y a quien jamás le enseñaron nada de nuestros volcanes, aunque sí aprendí las categorías del daño según la escala Richter. Les hablo de una época en la que se soñaba con una Escuela Canaria y todavía no existía el Informe PISA. Hoy sí existe pero ni el informe ni sus más atinados analistas contemplan esta clave que hoy comparto aquí. Modestamente, pienso que, dejando esto fuera, unos y otros, en lo que hace a Canarias se equivocan.