
Es el caso de Jorge Bethencourt, que en uno de sus últimos escritos nos demuestra que todavía no ha tocado fondo y que le queda potencial de sobra para emporcar. Viene a querer decir el ínclito Bethencourt que la juventud canaria no es sino una manada de ignorantes gandules sin preparación que quiere que se lo den todo hecho, que no está dispuesta a esforzarse por nada. Esto lo dice, además, cuando Canarias tiene la tasa de paro juvenil más elevada de la UE, por lo visto merecidamente, según Don Jorge; cuando es frecuente firmar un contrato a media jornada para trabajar la jornada completa más horas extras, y cállate la boca porque detrás de ti hay 10 más esperando por el mismo puesto; cuando las universidades canarias sacan licenciados que el mercado laboral no quiere colocar porque salen caros (y que otros mercados laborales en el exterior sí contratan); cuando la tercera parte de los canarios vive bajo el umbral de la pobreza.
Pero no. Los canarios es que no queremos trabajar, es que no queremos estudiar, eso es lo que pasa. No como Bethencourt, que se ha labrado un lugar en la casta político-empresarial, que ha logrado acumular un patrimonio envidiable y una influencia notoria. Bethencourt forma ya parte de esa casta privilegiada, y por eso está legitimado para decirnos a la plebe, los canaritos de a pie, que somos unos inútiles, unos mantenidos y unos fracasados.
«Tonses ba er nota y dise que pa currar allí, tío, tenía yo que saber inglés y alemán. ¿No te jode, tío? Ños, mano. Y ba er nota y que me dise que lo siente mucho, tío, pero con no se qué de mi perfil… pues que no valía… ¡pero qué le passssa ar nota! ¿Que perfil, colega. Er de la napia?
-¡Joder mano! Inglés y alemán. Pero si tú de lo que ibas es de trabajar en la resepsión! Coño, ni que te ofresieran ser el director».
¡Claro que sí! Es que los canarios somos tan singuangos que no queremos entender que para trabajar en la recepción hay que saber idiomas. Aprendamos de Jorge Bethencourt, que seguro que habla inglés y alemán a la perfección, como toda su casta. Si es que en las islas ni español sabemos hablar, como demuestra el bueno de Bethencourt, que da vergüenza escucharnos. Pregunto aquí, por cierto, ¿qué pretende Jorge Bethencourt exponiendo de manera tan burda nuestro modo de hablar? Porque emular a Pancho Guerra queda claro que no… Y qué decir ya de lo de ser director de hotel. ¿Cuántos grandes hoteles en Canarias tienen un director canario? Son casi todos de fuera, ¿verdad? ¿Y eso por qué? Porque somos unos inútiles y no queremos trabajar. Después nos quejamos de que no nos quieran en los apartamentos del sur o en las discotecas o en los clubes o en los hoteles.
«-Arr final el bacioleta me dijo que me podía contratar pa llevarle las maletas a los turistas, en la resepsión, tío; de maletero.¡Que le passsa ar notaaaaa! Una mierda de trabajo y seis meses na más, pa probar. Claro, tío, lo mandé pal carajo.
-Los canarios cargando maletas y los guiris en la resepsión. En nuestra tierra, tío. Tiene huevos la cosa».
Qué agudeza la de Jorge Bethencourt. Vean cómo aquí nos señala que encima somos desagradecidos, encima despreciamos la exquisita generosidad de quienes vienen de fuera a explotar nuestra industria turística porque nosotros somos unos incapaces. Encima los canarios nos las damos de señoritos y nos negamos a ocupar el lugar que nos corresponde, el del servicio, maleteros y porteadores. ¡A trabajar, carajo!
«-Tienes rasón, tío. Oye ¿qué hasemos hoy?
-Vámonos a echarnos una birras y a ver err partidito derrr Tete, ¿no?»
Qué labor periodística la de Don Jorge, cómo expone aquí nuestra absoluta inconsciencia y total falta de aspiraciones y aptitudes intelectuales para interpretar la realidad. Verdaderamente somos un pueblo despreciable.
Ante esta capacidad de análisis exquisita, ante este rigor periodístico inigualable, sólo resta concluir que Jorge Bethencourt es un periodista con aptitudes al alcance de sólo unos pocos, y es que hay que tener la cara excepcionalmente dura para cagarse de esta manera en el esfuerzo y la desesperación creciente de tantos ante la imposibilidad de salir adelante en las condiciones actuales.
Pero dejemos por un momento a esta pluma privilegiada y centrémonos en el medio que le sirve de guarida, el Diario de Avisos. Porque la pregunta es obvia: ¿aquí quién es peor, el personaje que perpetra semejante esperpento o el medio que ni corto ni perezoso va y lo publica? ¿Qué entienden los señores del Diario de Avisos por periodismo de calidad? ¿Este es su compromiso con la profesionalidad? ¿Esta es su idea del rigor? ¿Este es el nivel al que aspiran? ¿Merece esto llamarse periodismo?
«La última (columna)», se llama la sección de Jorge Bethencourt. Ya ven, esa sí sería una magnífica noticia para el futuro de la profesión.