
Si un solo episodio hubiera de retratar fielmente lo que la Conquista de Canarias tuvo de sangrienta e infame, éste habría de ser, sin lugar a dudas, la Rebelión de los Gomeros y los sucesos que a partir de ésta acaecieron. Más allá de los intentos de la historiografía oficial por orillar los aspectos más cruentos de aquel periodo, ha llegado hasta nuestros días la memoria de los salvajes crímenes cometidos por los conquistadores castellanos en La Gomera. Si bien no muy diferentes de los perpetrados en el resto del país, para esta serie –“Nuestra Memoria Histórica”- éstos son de especial interés por su pervivencia en la cultura popular y especialmente en la tradición oral de aquella isla.
Hernán Peraza “El Joven” interpretó los acuerdos a los que llegara su abuelo –Hernán Peraza “El Viejo”– no como un pacto de no agresión y colaboración entre los gomeros de los cantones no sublevados y los conquistadores, sino como un acto de sumisión. De aquel gesto soberbio y el hartazgo ante las tropelías castellanas, la rebelión gomera liderada por el guerrero Hautacuperche, quien mató con su astia al tirano, cuando iba a encontrarse con Iballa en la cueva del Guahedum el 21 de noviembre de 1488. “Ya se quebró el gánigo”. Con esas palabras, aún hoy, se representa la ruptura de un pacto, como aquél que los gomeros de los cantones de Orone e Ipalan tenían con Hernán Peraza “El Viejo”.
La Rebelión consiguió cercar en la Torre del Conde a la cruel y ninfómana Beatriz de Bobadilla quien, no obstante, consiguió dar aviso de socorro a Pedro de Vera, el cual se hallaba en Gran Canaria entregado también a la rapiña, el asesinato, el esclavismo, la violación,… y otros crímenes por los cuales la burguesía criolla canaria lo honró con una calle en el Barrio de Vegueta, en Las Palmas de Gran Canaria y otra en Telde. Muerto Hautacuperche durante el cerco, la Rebelión fue sofocada no sin antes poner en práctica uno de los más bajos e infames mecanismos de dominación de aquel pueblo humillado.
Se prometió a los gomeros el perdón si asistían a un acto religioso por el alma de Hernán Peraza, a petición de la viuda. El perdón consistió en la muerte inmediata de todos los varones mayores de quince años, diversas torturas al resto que incluían la mutilación de dedos y lengua con el fin de que no silbaran, deportación para su posterior venta como esclavos de niños y mujeres a Lanzarote,… De regreso en Gran Canaria, Pedro de Vera mandó asesinar a otros 200 gomeros que se encontraban en esa isla como pago de Hernán Peraza a la Corona.
Episodios parecidos encontramos en todas las islas pero, sin embargo, no han tenido la vigencia que la cultura popular y la tradición oral gomera han concedido a esta Rebelión. Numerosos poetas populares se han hecho eco de tales sucesos; Los Sabandeños le dedicaron un fantástico disco y, aún hoy, el colectivo Tagaragunche conmemora anualmente Nuestra Memoria Histórica con la entrega del Regatón de Hupalupa a los gomeros que se distinguen en la defensa de la cultura y tradiciones de su isla. ¡Qué gran ejemplo para nuestra gente el de La Gomera mientras en Gran Canaria el asesino Pedro de Vera adorna nuestras calles!