Cojo el taxi en la Avenida de Escaleritas a eso de las siete de la mañana. Inmediatamente, le pregunto a mi taxista por alguna dulcería o panadería abierta. Sigo a rajatabla esa costumbre canaria de no llegar a ninguna casa con las manos vacías, por cercano que sea el anfitrión. Imposible. Según el chico que, seguramente, ya lleva un par de horas trabajando, no hay dulcerías ni panaderías abiertas un domingo a esa hora. “¿Y entonces a qué hora hacen el pan?”, pregunto, inocente. “Bah, hace mucho que ya no se hace pan. Se trae todo precocinado, la mayoría desde Galicia, aunque JSP vende algo, poco,…”. No puedo evitar lanzarme: “Un pueblo que no hace su propio pan no es un pueblo libre”. Me ahorro el ejemplo del gofio que se hace con millo transgénico importado desde Argentina pero no me resisto a compartir mi reflexión acerca de la extinta industria conservera canaria. “¿No te acuerdas –me paso al tuteo porque es de mi quinta- de que cuando nosotros éramos chicos, todo el laterío, el atún, las sardinillas, etc. era de marca canaria?”. Por supuesto que se acuerda. Ojeda era una de las marcas punteras. Netamente canaria. Ahora, los gallegos de Albo, Claro, etc. pescan en nuestras aguas nuestro pescado, lo envasan y nos lo venden. ¡Qué gran negocio hacen con nosotros!
Como me veo abocado a comprar churros, que sí se siguen haciendo en Canarias, la conversación se prolonga en la segunda parte del viaje. Inevitable abordar el asunto de las petroleras. “Yo estaría de acuerdo en que se explotaran si fueran seguras y el beneficio se quedara en Canarias”, dice mi taxista. Cada vez conozco más gente que piensa así. Yo le digo que en Venezuela vi que no existe la extracción absolutamente inocua y que alrededor de una planta de extracción sólo hay pestilencia y los inevitables derrames. Por no hablar de los accidentes, que también los ha habido. Mientras el fuerte olor a churros de la calle Zaragoza inunda el taxi, abro la ventanilla y veo una de las antiguas oficinas de La Caja Insular de Ahorros de Canarias. “Es que ahora nuestros ahorros también se van fuera”. Ahí volvemos a coincidir taxista y yo, que aprovecho el ambiente grasiento para recordar el caso de RACSA, la aceitera canaria que ahora explotan desde España. Siguen vendiendo el aceite como si fuera canario, por lo visto. “Y también cayó Panificadora Domingo,…” Pues sí, ahora a comprar el pan a los de Bimbo. ¡Venga más si nos conviene! Me quedo frente a una de las difuntas tiendas de Santana Perera, embutidos y carnes de primera. “Otros que se fueron a las Chacaritas”. Pues sí. “Seis, ochenta y cinco”. “Quédese con el cambio”. “Ahora el que se va a desayunar soy yo”. Fin de la carrera.