Dicen los adalides de la apertura al mundo y el cosmopolitismo que hay que tomarse las críticas con buen humor. Dicen los neoprogres supercool que hay que saber reírse de uno mismo, aceptar las bromas que le dan a uno con deportividad, que resulta casposo y fule todo aquello de la defensa de lo propio, y que es ridículo indignarse ante el cachondeo ajeno a costa de uno. No hay que tomarse tan en serio. Ya tuvimos ocasión de oírlo y leerlo cuando criticamos el «humor» cutre de En clave de ja, cuando nos posicionamos en contra de las burlas al niño Yahel por su habla canaria o cuando rechazamos los tópicos y prejuicios pretendidamente graciosos de Wyoming y Dani Mateo.
Pero ¿dónde quedó esa cintura, esa serenidad, ese ciudadanomundismo, ese sentido del humor? Consejos vendo que para mí no tengo. Bastó la aparición de deportistas españoles en un programa de humor francés para que todo el españolerío babee sangre y clame venganza contra los pérfidos gabachos, qué ultraje, qué perdedores que no ganan ni al boliche y por eso nos tienen envidia cochina, ¿cómo se atreven a hacer chistes a costa del deporte español, fuente de orgullo patrio sin tino? Esto no quedará así, ¡se van a enterar los gabachos, con el orgullo español no se juega!
Y así tenemos que los mismos que regañan el hocico cuando se defiende lo canario de ataques que no vienen a cuento, se escandalizan porque los guiñoles del Canal + francés se permiten realizar un sketch humorístico con deportistas españoles (que se rían igualmente de deportistas franceses no les parece mal), y apoyan que la federación española y el ministerio del ramo tomen cartas en el asunto, en lo que es ya el ridículo más surrealista. Conviene recordarlo la próxima vez que nos vengan con la matraquilla de la apertura y el ciudadanomundismo.