«la jubilación firmada por la Seguridad Social no logrará callar la voz del hombre al que no apaga su grito ni la más dura de las afonías».
Si los malos augurios del médico no lograron alejarlo del tabaco, si las persecuciones de la policía franquista no lo apartaron de la lucha sindical, si los profesionales del arribismo no lograron dejarlo fuera de las organizaciones donde ha militado, si ha resistido sin miedo toda su vida al poder político y al económico, si no ha tenido miedo a los que dan miedo, entonces la jubilación firmada por la Seguridad Social no logrará callar la voz del hombre al que no apaga su grito ni la más dura de las afonías.
Esto es un aviso a los que creen que el destino de los jubilados es echar millo a las palomas, llevar al nieto al colegio, usar una agenda para la cita con los médicos o aceptar con resignación que en cualquier momento te aparcan en una residencia. Hace unos días se incorporó al colectivo de jubilados canarios un tal Antonio Sardá, que no sabe conjugar el verbo resignarse.
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