Porque parece que sólo de eso estamos hablando cuando sale a colación la dichosa crisis. Ya en nuestro programa semanal hemos dejado claro que no pensamos que esta crisis sea ni mucho menos sólo económica o financiera; aunque, claro está, hay un fuerte componente especulativo y bursátil.
Después de una larga ausencia dedicado a cambiar pañales (sigue la cosa, aunque ahora con un poco más de práctica) y adaptándome a mi nuevo trabajo, se me apetece compartir con ustedes en esta entrada mi visión sobre la crisis. O más concretamente, sobre algunos aspectos muy poco debatidos de esta crisis: ¿hay realmente una identidad europea? Y si la hay, ¿dónde encaja Canarias, un país africano que es al mismo tiempo territorio de la UE, en ese concepto? Y yendo un poco más allá: ahora que sólo se habla de dinero, empleo, bolsas y (de)crecimiento (económico, of course): ¿qué hacemos con el conocimiento en humanidades que recibimos hace ya algunos años (que cuente cada uno)? ¿Nos sirve de algo cuando de números se trata? ¿Y la vale la pena seguir enseñando humanidades en un mundo monetarizado y acongojado por el miedo al paro y a la recesión económica?
No es mi intención responder de forma exhaustiva a todas preguntas. Sino, más bien, entablar un diálogo en el que vayamos encontrando unas respuestas y demos rienda suelta a la imaginación, hoy más necesaria que nunca.
Tomando un ejemplo, quizás nos entendamos mejor: oímos estos días repetir una y otra vez que los alemanes no quieren salvar a los griegos, que no quieren arreglar ellos -trabajadores y organizados del norte que son- el desaguisado montado por esos desordenados y vividores del sur que son los griegos. Al margen de todo lo que no se dice sobre la venta de armas de empresas alemanas a Grecia o sobre los beneficios que tiene para países como Alemania comprar deuda griega y subvencionar la economía de este país, lo cierto es que las afirmaciones enunciadas más arriba parten de una realidad cultural (la ética del trabajo de alemanes y griegos es diferente) y de muchos prejuicios (norte laborioso, sur ocioso, etc, etc.). Entonces cabría preguntarse si realmente existe una identidad europea, o si más bien el imaginario de cada pueblo y de cada estado en Europa va por su lado.
Y es aquí donde me surgen preguntas sobre los curricula educativos (en humanidades, especialmente), y más concretamente sobre la enseñanza de la historia. Mucho se ha avanzado en la enseñanza de la historia común entre estados como Francia y Alemania desde la segunda guerra mundial. Pero, o mucho me equivoco, o uno sigue leyendo historias diferentes cuando lee un libro de historia escrito en, digamos, Reino Unido, Francia, España y Alemania. En cada país se enseña la historia de Europa, como la parte de historia que engrandece los logros de la nación o estado en cuestión, y empequeñeciendo o dejando al margen aquellos hechos que no dan lustre suficiente al acontecer histórico colectivo. Si para eso hay que resaltar lo que nos separa del (o enfrenta con) el vecino, pues se hace y ya está. Que para eso es la historia, ¿no?, para diferenciarnos de los demás y decir lo especiales que somos. Me permito esta última ironía mientras me pregunto qué sabrá el alemán medio sobre la historia de Grecia. Sobre su historia dentro del Imperio Otomano, sobre su historia posterior, sobre sus enfrentamientos con Turquía, sobre su política de homogeneización de las minorías en el interior del país, sobre la relación entre la iglesia y el estado, sobre… Y, claro, si un alemán medio lee todos los días en el periódico que los griegos (gente del sur o de poco fiar que viene a ser lo mismo), han vuelto a engañar con sus cuentas públicas, sumando su desconocimiento a sus prejuicios dirá con razón: “a esos tíos, ni un duro de mis impuestos”
Y es aquí donde creo que identidad europea, enseñanza de humanidades y economía se entrecruzan. Si lo que predomina en los sistemas educativos y en la Academia es una visión ombliguista de la historia, se está matando la solidaridad. Uno sólo es solidario con quien aprecia, con quien respeta.
¿Y Canarias en todo esto? Nuestro sistema educativo no solo ha sido ombliguista, sino que además se ha regodeado en un ombligo que no era el nuestro. Es decir se ha unido al narcisismo estatalista la alienación colonialista. Y esto, que sería muy largo de explicar en una entrada de estas dimensiones, no solo no ha ayudado a crear una identidad europeísta en Canarias (entendiendo por europeísta no una copia de modelos importados, sino una asunción de nuestras relaciones centenarias con los pueblos de Europa que supere el estrecho marco españolista de muchos), sino que -unido al modelo turístico de masas- ha generado una idealización de Europa que poco tiene que ver con la realidad.
Aquí dejo estas reflexiones por si se les apetece comentarlas, ampliarlas, criticarlas o modelarlas. De aquí en adelante, a ustedes pertenecen.