La incapacidad, nula voluntad y hasta negación activa de la izquierda españolista por asumir, poner en práctica o, por lo menos, intentar entender algo así como un punto de vista autocentrado para Canarias, son atávicas. Se podría decir que forman parte de su código genético y, por tanto, no se puede alterar. El viejo aforismo marxista que reclamaba “el análisis concreto de la realidad concreta” fue convenientemente orillado en el pensamiento y praxis de la izquierda españolista en Canarias para adscribirse con entusiasmo acrítico a toda idea, consigna, cartel y octavilla que viniera del Comité Central, el cual estaba en Madrid, bien sûr. Siempre fue más fácil que otros pensaran por ti.
No les entretendré aquí con una retahíla histórica que llevaría más párrafos de los que merece una entrada sencilla y dominical como ésta. Simplemente les llamo la atención sobre un hecho. En los últimos años, hemos asistido a una serie de movilizaciones y expresiones populares de crítica a la política y a la democracia formal, amén del sistema económico en el que vivimos. Una mirada superficial a este fenómeno pareciera anunciar el nacimiento de algo novedoso y hasta ilusionante. Sin ánimo de atacar a las miles de personas bienintencionadas que se han sumado de manera optimista y constructiva a estas movilizaciones, una mirada no tan superficial nos ayudaría a descubrir este sucursalismo rancio del que les hablaba en el primer párrafo: ideas, consignas, carteles y octavillas. No podía ser de otra manera cuando en él intervienen colectivos y personas claramente sucursalistas. Y esto que sostengo, también vale para la próxima convocatoria electoral, donde el sucursalismo se cuela por doquier, aunque alguien, en la pregunta 72, te coja la camella.