Si son aficionados al rugby, sabrán que estos días se viene celebrando la Copa del Mundo en Nueva Zelanda. Uno de los momentos para el recuerdo que dejará el campeonato se dio en el partido que enfrentó a la anfitriona Nueva Zelanda con el equipo del archipiélago polinesio de Tonga: ambas escuadras bailaron la danza tribal haka ante millones de telespectadores, un ritual habitual en los equipos polinesios y el combinado neozelandés, que muestra a las claras el respeto y prestigio de que goza la cultura indígena polinesia y maorí. Pueden verlo en el siguiente vídeo:
Otra cultura antigua y prestigiosa está igualmente representada en el mundial de rugby, donde varios de los equipos europeos se presentan con credenciales celtas. La pervivencia de lo celta (concepto bastante ambiguo) en la Europa de hoy está sujeta a interpretaciones en muchos casos, pero eso no ha sido impedimento para que muchos pueblos se identifiquen sin dudarlo con aquellas culturas antiguas, hasta el punto de proclamar con orgullo su indiscutible herencia celta.
Salvando las distancias, podemos encontrar un fenómeno parecido en las culturas amerindias del norte, que tras siglos de expolio y exterminio han ido recuperando prestigio y aprecio desde hace algunas décadas, probablemente gracias en buena parte a la industria cinematográfica. Hoy por hoy no queda casi quien no esté al corriente de las barbaridades que sufrieron los indios norteamericanos a manos de europeos, y es indudable que sus diversas culturas son siempre acogidas con interés. Gozan de prestigio, en definitiva.
Viene todo esto a cuento del tráiler de la película Bentejuí:
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=7UNTjj107x4[/youtube]
Como suele ser habitual en todo lo que tiene que ver con nuestra tradición, raíz, canariedad, identidad, no han faltado elementos neoprogre-supercool (copyright by Josemi Martín) que se han apresurado a burlarse del proyecto. Los mismos que aprecian la haka maorí, que se imbuyen de celtismo cuando van a Irlanda, que empatizaron con los indios de Bailando con lobos o que corrieron a ver la última de Mel Gibson, fuera en Escocia, en maya o arameo antiguo, son los que arrugan la nariz ante una película que adopta la perspectiva guanche, son los que se incomodan y encuentran risible la cultura indígena a la que estamos indisolublemente ligados, parte integrante de nuestra historia y nuestra herencia. Eso sí, esta vez son pocos los que les han reído la gracia porque la inmensa mayoría de la gente ha recibido con entusiasmo el tráiler y ha alabado su calidad, rigor y bella factura.
¿Por qué esa diferencia entre lo maorí, lo celta, lo indio norteamericano y lo guanche? ¿Cómo se explica el prestigio a nuestros ojos de unas frente al desprestigio de la última, la nuestra?
[…] La realidad indígena debe incorporarse en la cultura de la sociedad canaria, como un dato de nuestra identidad, no como el absoluto de nuestro ser. No se trata de provocar una regresión al pasado. Se intenta su integración.
[…] La regresión es un reduccionismo de la historia, una simplificación del existir de nuestro pueblo […]. La integración es una captación de todas las etapas de nuestra persona colectiva, consciente de que el encuentro dialéctico del pasado y del presente es por sí mismo generativo de posibilidades.
[…] El centralismo, para que el pueblo apresado en sus redes no logre escapar, juega con todas las amarras, y entre ellas el anti-indigenismo -desvalorización de la historia anterior a la conquista-. Desfigura así y distorsiona nuestro pasado indígena al que tilda de nefasto, cargado de incultura y caracterizado por la superstición. El anti-indigenismo -creado por el centralismo- juega así con la perversión de la verdad para abortar nuestro recuerdo del pasado, al que temen porque lo descubren denso y fecundo de liberación.
Manuel Alemán Álamo en Psicología del hombre canario, págs. 89-90, 1980