Querida madre:
Cómo decirte que la magua no basta para expresar lo que hoy uno siente. Esa nostalgia tan nuestra nunca me habitó. Siempre me pareció inútil y dañina, como si uno se empeñara en lo imposible, aunque quizás sea lo imposible lo único en que valga la pena empeñarse. Son otras cosas las que a uno se le meten dentro un día como éste, el que nos quisieron dar como celebración y que, cada uno con sus razones y sinrazones propias, ha ido dejando entrar en su pecho. Se me ocurre que te extraño porque acá, en la meseta continental, entre este acento extranjero, te me vas, difusa, por más que trate de retenerte. También me pasa que, desde acá, te veo descuidada, ajada, como esa abuela que se nos marchita en un asilo sin que sus hijos y nietos se preocupen por ella. ¿No hay nadie que también te sienta, que se incline a tu lado y te acaricie, aliviándote las penas? Acaso sea uno el que quiere aliviarse por haber tenido que dejarte. Tal vez no sea sino que uno quiere volver a reconocerse en tus playas y montes, en tus malpaíses y en tus roques, en las voces de tus gentes,…
Hoy también me ocurre que te veo por todos lados. Estás en el duro asfalto, en la tierra interminable, en el árbol ajeno,… Ya eres risco entre los edificios, verode en los muros y guirre sobre las antenas. Quizás no sea sino la mala conciencia de saberte dolida, enferma. Saber que sangras y no basta la sangre de nuestras venas. Hoy hay fiesta pero también hay pena, mi pequeño país atlántico. Más no ha de ser la rabia solo rabia contenida. Es ya también volcán. Junto a los ingratos, quiero ver que tienes hijos que por ti velan, que saben de tu dolor y luchan por que florezcas, almendro eterno de fresca sombra, ya para siempre patria, la de las cosas bellas, las infancias, las raíces reencontradas y las verdes estrellas,… Serás casa de todos y para todos, abierta, sin más dueños que los que te vivan. Hoy te escribo, madre, y ésta es una carta de amor, de ese amor que no muere nunca. Jamás. Cuídate mucho, defiéndete mucho también, que en la lucha, los pequeños tenemos maña y no nos tumban,… que tus hijos no te olvidan y ya no tardarán en volver.
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