El título del manifiesto no me gusta. Más que nada porque me parece inexacto. No se trata de un Manifiesto por la Cultura Canaria sino más bien de un Manifiesto en defensa de los gestores y productores de la cultura hecha en las islas, o algo así. Para mí un Manifiesto por la Cultura Canaria debiera ser, sobre todo, una reflexión sobre nuestro hecho cultural, sus límites y contornos, su esencia y sus horizontes,… No encontrarán esta reflexión en el texto que motiva esta entrada. Creo que no se ha vuelto a hacer nada parecido desde el Manifiesto de El Hierro, a mi juicio bastante vigente en sus planteamientos de fondo y cuyos antecedentes y texto pueden ver en los vídeos que reproducimos al final de la entrada. Pero, al grano. Me resulta tremendamente interesante conocer este texto que circula por la red y cuya autoría desconozco. Viene a reclamar el protagonismo de las gentes de la cultura en la vida pública, en la gestión de la cosa cultural, su desarrollo, la elaboración de propuestas,… Es una iniciativa proactiva, como se dice ahora, que uno agradece en tiempos en que la crítica pocas veces va acompañada de propuestas. Sorprendentemente para algunos, no constituye un ataque a Septenio, el cual no es retratado como el mal de todos los males que la oposición socialista, sus correveidiles y todos los interesados en el nulo desarrollo de una industria cultural propia, quieren dibujarnos. Dicen algo parecido a –y no soy literal- “queremos más y mejor Septenio”, “queremos mayor inversión en cultura en las islas”,… Recuerdo haber leído en La Provincia, hace no tanto, un artículo sobre Septenio en el que se recogían las palabras de un creador musical, el cual expresaba sus dudas sobre los criterios usados para conceder las ayudas económicas de tal programa. Bien, ese mismo creador tuvo que matizar sus palabras en los comentarios a dicha noticia pues entendía que habían sido manipuladas para presentar Septenio como una mamansa cuando el sentido de sus palabras era bien diferente. Desconocía dichos criterios al igual que los había desconocido siempre y no por ello sospechaba de la regularidad de los mismos. En fin, no me parece mal comienzo para un debate sobre la gestión cultural de las islas que la crítica a las políticas del Gobierno se asienten sobre la veracidad y no sobre la distorsión que todo lo emponzoña.
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