En el último podcast, haciendo uso de la socarronería isleña, dejé caer el comentario de que tras la crisis de gobierno -me refiero a nuestro gobierno- el paro subiría en Gran Canaria y bajaría en Tenerife. Quería dejar constancia, una vez más, de mi crítica a un Gobierno y a una forma de hacer política que concibe el desarrollo del archipiélago como la culminación del proyecto hegemónico de Tenerife sobre el resto de las islas, especialmente Gran Canaria, la única que podría hacer sombra a tal objetivo. ATI, es decir, Coalición Canaria en la práctica, pero también El Día y no pocas fuerzas vivas de la isla hermana trabajan, en mi opinión, convencidos de que ése debe ser el orden natural de las cosas y no el que «la tercera» continúe con su pujanza económica y comercial, que arrancó definitivamente allá por 1927.
No se trata de reproducir el manido pleito insular. Se trata, a mi juicio, de no ceder a la ingenuidad y reconocer que esas dinámicas existen, están más vivas que nunca y que los cantos a la unidad patria no van a solucionar estos dimes y diretes en que las oligarquías isleñas andan enredadas desde antes, desde los episodios de la Junta de Canarias, probablemente. Identificar el problema es el primer paso para su resolución. Coincido con José A. Alemán, desde mi poco conocimiento histórico, en que la única diferencia entre la burguesía tinerfeña y la grancanaria es que, mientras que aquella siempre se vio asimisma investida del destino manifiesto de la primacía archipielágica, la segunda se conformaba con sacudirse del yugo de la primera para a su vez someter a «sus» islas: Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Encontrarán tal tesis desarrollada y mucho mejor explicada en su interesantísimo «Entender Canarias». Me llega por «la red social» una iniciativa que inmediatamente suscribo: «por eliminar la doble provincialidad en Canarias». Es de sentido común, de justicia, de oportunidad política,… Creo que las provincias son divisiones político-administrativas ajenas a nuestro país y que algo así como una federación de islas se acomodaría mejor a la realidad de un archipiélago que mejor haría en buscar sus propios caminos que en imitar a ciegas los de otros.
Pero volviendo a la coña marinera del principio, debo decir que Sergio Barraquito me dio por los besos al recordarme que en realidad, tras la crisis de gobierno -nuestro gobierno- no bajó el paro precisamente en Tenerife. Digamos que en Gran Canaria se mantuvo, a tenor del peso que la isla redonda tendrá en el nuevo Gobierno. Es obvio que es un peso que no se corresponde con un peso específico, orgánico, de militantes, de Coalición Canaria en Gran Canaria. Sin embargo, una jugada de este tipo viene bien a Coalición por una razón elemental, a mi juicio: a un año y pico de las elecciones, fortalecer la presencia de Gran Canaria en el Ejecutivo servirá para trasladar una importancia de esta isla en las preocupaciones, además de «poder» en términos de contrataciones, contactos, planes, proyectos, subvenciones, etc. que vendrá muy bien para, por un lado, frenar a Nueva Canarias en sus aspiraciones de entrar con fuerza en el Parlamento y, por otro lado, tratar de robar votos del granero del automarginado Soria. No sé si les saldrá bien. El desprestigio de Coalición es mayúsculo en Gran Canaria pero sí es verdad que los miles de votos que puedan obtener pueden ser vitales para las aspiraciones de algunos, especialmente dentro de Nueva Canarias.
Y así sigue la vida en este país nuestro, donde la tercera fuerza política gobierna en solitario; los asuntos importantes se deciden pensando en términos partidistas y todo el escenario parece ya dispuesto para poner en pie la función del pacto entre socialistas y nacionalistas o viceversa, que eso y no otra cosa es lo que se decidirá en los próximos meses.