Paso unos días por Canarias. Además de los consabidos encuentros familiares y con amigos, uno aprovecha para descansar, pasear, revivir,… que no es vivir dos veces, sino volver a vivir. Muchas de las conversaciones giran en torno a nuestra cultura. De fondo se oyen los cánticos del “yo soy español”. También se habla de política. Por ejemplo de Nueva Canarias, ese partido que por principios puede pactar con cualquier fuerza política excepto Coalición Canaria. Hago de turista en mi propia ciudad, algo que recomiendo vivamente. Visito la Catedral de Canarias como si nunca hubiera entrado. Hago escala en la tumba de Cairasco. También voy al Museo Néstor, otra de las joyas culturales de la ciudad de Las Palmas tan desatendidas. Una vergüenza pretender que ese museo sobreviva con sólo 300.000 euros de presupuesto anual. Si su “tipismo” es francamente rechazable, décadas después hemos de hacer una lectura más amable. Hoy queda como una visión personal, descentrada como otras, pero con aportaciones bellísimas.
Recalo por el Museo Canario. Cada vez me gusta menos. No sólo es que su propuesta museológica sea decimonónica, es que ya andan vendiendo vestidos menorquines en la tienda. Pásense y lo verán. Otra cosa es que no quiera que agonice pero es urgente una discusión profunda y efectiva sobre su sentido y pervivencia en el seno de la sociedad. Algo de eso hubo cuando se anunció el último recorte. También voy a la charla de Jorge Dorta sobre su libro Canarias, con futuro en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Básicamente consiste en una fundamentación de la independencia de las islas desde una óptica liberal. No duda, en el atropello, en tirar de Manuel Alemán y Franz Fanon para armar la perspectiva psicológica y cultural. Según parece, tiene el empeño de constituir un “think tank” en Canarias para reflexionar sobre estas cuestiones. A la vista de la argumentación, es probable que sea algo así como una FAES independentista canaria sin sus ribetes más conservadores. Estamos ante una iniciativa que viene desde el liberalismo puro y duro. Lo más que me gusta es la naturalidad con la que se aborda el asunto, se discute, se asiente, se rechaza,… Me parece un síntoma de madurez, aunque el nivel de debate sea muy mejorable. Yo veo todo esto desde fuera. Mientras vuelo en el Airbus que me lleva de vuelta a mi segunda casa, compruebo, desde dentro, que el mar, las islas, el viento, me siguen.