¡Cuántas veces las cosas dependen de quién las diga! Si algún político, del bloque PSOE-PP, pero no sólo, habla a favor de la reducción de la administración, con casi total seguridad será considerado un dirigente responsable, a la altura de los acontecimientos. No digamos si sugiere suprimir las autonomías. Entonces llegará a niveles de clarividencia que seguramente serán alabados en tertulias bien pensantes de todos los medios políticamente correctos que en España y territorios de ultramar han sido. Si quien aboga por la reducción de, por ejemplo, los municipios en la isla de Tenerife – treinta y uno- es un alcalde chanchullero como el de Santa Cruz, entonces la propuesta será objeto de mofa y escarnio. Si además, la propuesta recoge algún elemento que conecte con la Historia de las islas, entonces ya tenemos el show asegurado. Se utilizará contra el proponente el título de «mencey», a modo de insulto, dejando entrever que para los participantes en la charlotada, efectivamente, lo es. Nada de esto ocurrió en Cataluña con el debate sobre las veguerías, la reorganización político-administrativa del país cuando la crisis no era una excusa ni una razón. Hubo discusión, enconada incluso, pero nada de esta pobreza intelectual tan autodestructica. En Canarias tal idea no merece ni credibilidad ni la ausencia de juicios de valor que se presupone en un titular periodístico, más allá de la autoridad que merezca a cada cual el proponente. Y, qué quieren que les diga, Zerolo aparte, simplonadas aparte, crisis aparte, y, sobre todo, supresión del Cabildo aparte, la idea me parece como mínimo interesante.