Poco a poco se van sucediendo los pequeños pero muy valiosos homenajes en este XXX aniversario de la publicación de “Psicología del hombre canario”. Al artículo de Daniel Martín, “Treinta años leyendo identidad ”, un recorrido desde la vivencia personal del encuentro con el libro, hay que sumar hoy la publicación de una columna de opinión a cargo Gonzalo H. Martel, titulada “Paisajes y dependencia”, en el diario Canarias 7. Martel se detiene especialmente en la valoración que del paisaje hacía Manuel Alemán en su ensayo, como configurador de nuestra consciencia y no sólo como elemento físico a transformar por la mano humana. La reflexión de Manuel Alemán tenía como telón de fondo una Canarias que había roto su cordón umbilical con el medio rural, natural, hacía pocas décadas. El fenómeno turístico de masas era aún algo relativamente reciente aunque amplias zonas de nuestras costas ya se habían turistizado hasta extremos entonces inimaginables. Hoy sabemos que aquello no era sino el comienzo. A propósito de todo esto se preguntaba Alemán, “¿Cómo será la gente canaria del futuro sin playas plácidas, sin árboles, sin agua, sin montes… si el paisaje que se nos va a incorporar dentro son bloques, cemento y hierro? ¡Pobre paisaje, pobre pueblo, pobre gente!” (p. 27)
Bien, sobre esas gentes canarias, que somos nosotros, ustedes,… reflexiona Gonzalo H. Martel en la columna arriba citada y lo hace desde el convencimiento, se me antoja, de que el legado de Manuel Alemán debe servir para leer en la Canarias presente. Son esas mismas gentes que se lanzan en tropel a ver correr el agua en la cumbre como un espectáculo que tiene algo de arcano, algo de misterioso. No cuesta mucho comprender que estamos ante la naturaleza que quiere volver a hablarnos, volver a metérsenos y comenzar a limpiar la podredumbre de tanto cemento. ¿Tendremos oídos atentos o volveremos a encerrarnos en nuestros pisos a ver televisión? Hace bien, además, el articulista en vincular semejante espectáculo a la creciente pérdida de señas de identidad lingüística. Constata como la bajada de guardia de la escuela canaria dio paso libre a que el ocio de masas, puro consumo al fin y al cabo, vaya también erosionando nuestros vínculos colectivos, nuestras señas de identidad. Y es que ese nuevo paisaje, extraño, virtual, también se nos cuela y nos configura nuestra forma de ver el mundo, que ya no es nuestra sino ajena. Si no le ponemos remedio,… ¡pobre paisaje, pobre pueblo, pobre gente!