Recuerdo que las murgas de mi niñez desfilaban casi con aire marcial, se colocaban en las filas del Teatro Pérez Galdós, o el Guimerá y desgranaban canciones con fina ironía en la que no faltaban las críticas a la clase política e inevitablemente el dichoso pleito insular. Hoy, salvo lo último, poco queda de aquello. Además, “enriquecen” la calidad de sus letras con toquitos homófobos, que siempre queda bien reírse de un marica.
Las murgas canarias se han achirigotado, convirtiéndose en puro griterío gesticulado, en el que, como en las malas escalas en hi-fi, a cada palabra acompaña un gesto. Quizás a algunos de ustedes les gusten las murgas y esta crítica les resulte demasiado severa. Son muy libres de pensar así. Sin embargo, les voy a pedir que vean y escuchen antes el vídeo que aquí abajo les pego.
Si después de escuchar cómo dan de ejemplo de amor al habla canaria el que “una niña se abre de patas” y no sé qué reacción del “peninsular”, y además ven cómo en el minuto 2:11 al referirse a los nacionalistas los miembros de la murga hacen el saludo nazi,… digo que, si después de ver esto, les sigue gustando más esto en que se han convertido algunas murgas, que las disfruten. Conmigo no cuenten, como ciudadano canario y como nacionalista.