No doy crédito a mis ojos. Algo con lo que llevaba soñando desde que nací e incluso antes de nacer, y con lo que habían soñado los que estuvieron antes de que yo estuviera, siquiera en la placenta de mi madre, ha ocurrido por fin.
Estar más cerca. Ese ha sido siempre nuestro anhelo. No tener que caminar sobre las aguas, como hizo nuestro Señor. Poder estar junto a la tierra madre, donde lo real sucede, donde lo humano acontece.