Un viaje dentro de un viaje. Así fue el día que pasamos recorriendo la distancia que va desde Socopó hasta Calabozo, Estado Guárico, una ciudad que tuvo como origen ser lugar de destierro. Bueno, en realidad, fue algo más que un viaje. Fue también música, de la mano del reparador de sueños, Juan Ladino y familia; también fue paisaje, llanos interminables, manglares enigmáticos, palmas moriche,… un viaje de doce horas dentro de otro viaje que ya se acercaba a las tres semanas. Todo esto para finalmente llegar a Calabozo y así continuar con nuestra ruta por algunas de las experiencias más significativas del proceso bolivariano. Esta vez lo haríamos de la mano de la excelente guía y compañía de Fidelina, anfitriona y alma máter de la Misión Madres del Barrio, un ejército de hormiguitas siempre dispuestas, creciendo y construyéndose.
Coincidió nuestro fin de semana con las manifestaciones a favor y en contra de la nueva Ley Orgánica de Educación, recientemente aprobadas en la Asamblea Nacional. Les invito a leerla, es cortita, y decidir por ustedes mismos si tal ley merece el calificativo de Ley Herodes que le brindó la oposición. Yo ya la leí y como ciudadano pero también como profesional de la educación no encuentro en el texto legal nada sospechoso de constituir un atentado contra la libertad del individuo, los derechos del niño o una sociedad plural y crítica. En muchos aspectos es más avanzada que la legislación española. Juzguen ustedes mismos. Pude comprobar en la calle cómo la tensión subía sin llegar al dramatismo de años anteriores, algo que me confirmaron los amigos de allá. Y cómo los medios de comunicación inmediatamente se alineaban a favor o en contra. Sin embargo, eché en falta un debate sosegado sobre una ley tan importante, un asunto tan fundamental para el avance de una sociedad. Quizás lo hubo y no me enteré, no puede uno estar en todo. Pero, fíjense que la educación, como sistema formal, era de lo poquito que todavía permanecía intacto desde los tiempos de la extinta IV República. No parece razonable que no se cambie también ese aspecto de acuerdo a los nuevos tiempos.
En Calabozo también pudimos ver un ejemplo de nuevo urbanismo, fruto de la cooperación chino-venezolana: la Ciudadela. Allá se trasladarán los habitantes de Lecherito, un pequeño enclave de ranchitos en el que no faltan las antenas parabólicas de Direct TV. Por cierto, que uno de los canales que pueden sintonizar en esa plataforma es precisamente la TV Canaria Internacional. No puedo contarles la cantidad de veces que los venezolanos me hablaron de la TV Canaria Internacional –siempre en términos muy positivos- y, especialmente, La Bodega de Julián, programa muy seguido allá y no exclusivamente entre nuestros emigrantes. Pero volviendo a la Ciudadela, además del estilo racional, limpio y cuidado que pude observar en otros lugares, aquí la principal novedad son estas pulcras manzanas de forma circular, cuya zona interior se va a dedicar al cultivo a cargo, cómo no, del Consejo Comunal correspondiente. Responde a esa preocupación de la que ya creo que les hablé para que la tierra no permanezca ociosa e incrementar así la soberanía alimentaria.
El fin de nuestra estancia en Calabozo tiene sabor a timple, papas y mojo,… pero también forma de gigante globo de papel de seda que echamos a volar en la noche. Pedimos que llegara hasta Canarias. Quizás lo vieran. Iba hinchado con los deseos de otro mundo mejor y, sobre todo, posible.